La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido la adherencia como el grado en que la conducta de un paciente, en relación a la toma de un medicamento, se corresponde con las recomendaciones acordadas con el médico. Sin embargo, la falta de ésta, sobre todo en pacientes de salud mental, es uno de los mayores retos de la sanidad, pues sus consecuencias pueden ser tremendamente negativas.
Estas patologías presentan una alta prevalencia, alcanzando cerca del 40% de las enfermedades crónicas a nivel mundial, siendo la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión los más frecuentes. Sin ir más lejos, hace poco tiempo el Foro Económico Mundial dio a conocer los resultados de un estudio sobre salud mental, posicionando a nuestro país con el peor indicador de Latinoamérica y el segundo a nivel global; el 56% de los chilenos cree que su salud mental ha empeorado con la pandemia.
Sin embargo, y al requerir de tratamientos de larga duración, estos pacientes son más proclives a incumplirlos o no mantener dosis y horarios para su ingesta cuando comienzan a "sentirse mejor".
Lamentablemente, esto conlleva múltiples consecuencias clínicas y sanitarias. No sólo implica recaídas empeoramiento de la patología en sí, sino que también la disminución de la calidad de vida de los pacientes y sus familias, además del incremento en el gasto sanitario (son varias las afecciones de este tipo incluidas en el Plan Auge) y un desmedro en el ámbito laboral –considerando que estos trastornos serían responsables del 26% de licencias médicas emitidas-.
Involucrar a los pacientes en las decisiones sobre su tratamiento farmacológico es crucial para mejorar el cumplimiento. Es necesario escucharlos, comprender sus perspectivas, creencias y preocupaciones respecto a su enfermedad, asegurando un mejor entendimiento de los fármacos, su posología y cuáles serán sus beneficios.
Por esto, los esfuerzos para mejorar la adherencia y asegurar el éxito en el tratamiento de estos pacientes deben ser multidisciplinarios. Es clave incluir una terapia psicológica, el apoyo de un círculo cercano, además de una permanente y fluida comunicación con el médico especialista. En este sentido, urge una ley de salud mental para el país, que incorpore no sólo el acceso al tratamiento, sino que también trabaje en la prevención y los acompañamientos psico-sociales requeridos.
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