Tanto la accesibilidad como la confiabilidad son factores claves para el éxito de una política de bioequivalencia.
La sola accesibilidad a medicamentos engloba distintas dimensiones: geográfica, financiera y cultural. La primera de ellas vinculada directamente a la disponibilidad a lo largo de todo nuestro país, tanto en localidades rurales como urbanas; la segunda ligada al precio y cobertura de los seguros de salud; y la cultural se relaciona con la confianza de los usuarios y profesionales de la salud en las alternativas bioequivalentes.
Si bien la mayor parte de los pacientes crónicos de áreas alejadas acceden a sus terapias de medicamentos a través de la red de salud pública, no cabe duda de que la distribución geográfica de las farmacias -y por consiguiente de medicamentos- en Chile es desigual, ya que los incentivos de instalación de farmacias para privados son estrictamente comerciales. Una solución sanitaria a esta inequidad geográfica debe evaluar opciones como incentivos a la instalación de farmacias independientes y populares, o disponer farmacias móviles, mediante esquemas asociativos.
El Colegio Químico Farmacéutico ha sido un férreo defensor de alternativas que realmente contribuyan a mejorar el acceso de medicamentos a precio justo, reduciendo el alto gasto de bolsillo que representa este ítem para chilenas y chilenos, como son impedir la integración vertical, la regulación transparente de precios en toda la cadena del medicamento, fortalecer los recetarios magistrales, incentivar una mayor competencia en el mercado farmacéutico, establecer un observatorio de precios internacionales, garantizar que los medicamentos sean parte de la seguridad social, y –por cierto- reforzar el proceso de bioequivalencia.
El problema es que la bioequivalencia, sobre todo en este Gobierno, ha estado asociada únicamente al precio, dejando en un plano secundario la calidad y seguridad del paciente. El "Elige el Amarillo" por sí solo no representa una política de genéricos pertinente ni oportuna, desarrollada con participación de los actores involucrados desde el diseño de la estrategia, para su correcta aplicabilidad.
Reducir una política pública tan trascendental y compleja sólo a esta sesgada perspectiva posibilitó acelerar inapropiadamente anuncios que, al poco andar, generaron una significativa disminución de la competencia, haciendo desaparecer algunos productos y lo que es aún más complejo de revertir, provocando una errada desconfianza, incluso del equipo de salud, hacia los medicamentos bioequivalentes.
Por otra parte, no se puede desconocer que el mercado farmacéutico carga con un lamentable estigma -muchas veces injusto- que ocasiona desconfianza de la población. Todo lo mencionado configuró un escenario muy favorable para el posicionamiento de marcas. Ello ha dado cabida a mantener en Chile la categoría "similares de marcas", que tienen un mayor precio sin entregar una mejor solución terapéutica a los pacientes. La marca, más allá de sus implicancias comerciales de diferenciación, no cumple ningún rol sanitario, utilizándose para promoción médica o hacia el público.
Cabe indicar que, en otros países con mayor desarrollo sanitario y confianza en los medicamentos, como Alemania o Reino Unido, el 80% del uso de medicamentos corresponde a genéricos bioequivalentes.
El desafío hoy es desmitificar la falsa creencia que asocia necesariamente "mayor precio" a "mayor calidad" respecto a los medicamentos. Tenemos una agencia regulatoria nivel 4 (ISP), reconocida internacionalmente, que lo respalda.
La Ley de Fármacos 2 y la discusión constituyente ofrecen una tremenda oportunidad para corregir las distorsiones enunciadas y consolidar una verdadera y efectiva política de genéricos bioequivalentes, que responda a que el clamor ciudadano de acceso a medicamentos, se concrete pagando precios justos, con confianza en medicamentos esenciales o a través del sistema sanitario, para ejercer así el tan anhelado derecho a la salud.
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