Menos alcohol es más vida

Co-escrita con Deborah Navarro-Rosenblatt, PhD. epidemiología nutricional, miembro del Grupo Transdisciplinario para la Obesidad de Poblaciones Universidad de Chile y Óscar Arteaga Herrera, director de la Escuela de Salud Pública Universidad de Chile, miembro del Centro para la Prevención y Control del Cáncer (CECAN)

Existen pocos elementos que puedan ser más dañinos para la salud que el alcohol y que, a su vez, sean asociados al riesgo de tantas enfermedades para individuo y la sociedad en su conjunto. El consumo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo de muerte y discapacidad, lo que se refleja en el indicador denominado años de vida saludables perdidos (AVISA). En Chile, el alcohol está asociado a 4 de las 7 primeras causas de AVISA.

La evidencia científica vincula el consumo de alcohol con, a lo menos, 10 tipos de cáncer (boca, hígado, pulmón, mama, esófago, estómago, laringe, faringe, colorrectal, páncreas). El alcohol también está asociado con riesgo de padecer hipertensión, cirrosis, diabetes, enfermedades cardiovasculares, daño al sistema inmune, reflujo, gastritis, daño pancreático, demencia, problemas de salud oral, depresión. El consumo de bebidas alcohólicas también está relacionado con accidentes de tránsito, desempleo, problemas financieros por gasto excesivo en alcohol, discriminación, estigma y aislamiento social.

La evidencia sobre daño a la salud de las personas y a la sociedad es contundente y robusta. Desde la perspectiva de la salud pública, la recomendación es no consumir alcohol, pues no se ha identificado ninguna cantidad de ingesta segura de alcohol.

Proteger la salud de la población es un deber del conjunto de la sociedad. Las políticas públicas son un instrumento para lograr dicho objetivo, lo que explica que en muchos países, entre ellos Chile, se estén llevando adelante políticas y leyes para proteger a la población del efecto nocivo del alcohol.

Múltiples experiencias internacionales han demostrado que las estrategias de prevención del consumo de alcohol, a través de comunicación y marketing social, son poco efectivas para crear conciencia sobre la ingesta de alcohol. A la fecha, las únicas estrategias que han probado ser efectivas a nivel poblacional para reducir la ingesta de alcohol y así reducir el daño producido por él, son medidas estructurales que disminuyen la disponibilidad y el acceso -físico y económico- a las bebidas alcohólicas, tales como impuestos o precios mínimos, restricciones de venta por edad (con fiscalización efectiva), lugares de dispensación y horarios, así como la prohibición de publicidad de bebidas alcohólicas.

Chile recientemente modificó la Ley 19.925 de 2004, sobre venta y consumo de bebidas alcohólicas; y la Ley 21.363 de 2021, que establece normas en materia de comercialización y publicidad de bebidas alcohólicas, incorporando un nuevo etiquetado a los envases de bebidas alcohólicas y nuevas restricciones a su publicidad. Junto con valorar estos avances, debemos reconocer que ellos son insuficientes. En efecto, ni el nuevo etiquetado ni las restricciones de la publicad, se hacen cargo de la evidencia respecto a que cualquier cantidad de consumo de alcohol es nocivo para la salud de las personas. Además, la regulación se enfoca sólo en ciertos grupos poblacionales y utilizando la frase "el consumo nocivo de alcohol daña su salud", como si existiera un consumo no nocivo.

Por otra parte, en la discusión pública han existido planteamientos respecto a eximir de impuestos a ciertos productos con alcohol en Chile, desconociendo la evidencia sobre el daño a la salud que el alcohol genera y también la evidencia respecto a que la medida más efectiva para reducir el consumo es el incremento de impuestos. El aumento de impuestos al alcohol no debe entenderse como una medida que permite recaudar más tributos para el Fisco, sino que como una medida de salud pública para proteger a la población. Más aún, mayores ingresos provenientes de incrementos de impuestos al alcohol pueden usarse para compensar eventuales impactos del alza de impuestos sobre poblaciones vinculadas a la producción vitivinícola.

Hacemos un llamado a las personas encargadas de elaborar leyes y normas en nuestro país, a tener en consideración la contundente evidencia de daño social, económico y a la salud, que produce el alcohol. El nivel de consumo que minimiza estas consecuencias es cero. En otras palabras, no existe consumo seguro de alcohol.

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