A correr el cerco con la fuerza de las campesinas

Las campesinas son cerca de un cuarto de la población mundial. Además, no es exagerado decir que son las guardianas de la seguridad alimentaria, cuidando tradiciones ancestrales que permiten, por ejemplo, mantener vigentes técnicas de cultivo respetuosas con el medioambiente a través de la Agricultura Familiar Campesina, cumpliendo un rol protagónico en la alimentación de naciones completas.

Sin embargo, este grupo de la población suele mirarse poco, una invisibilización que sin duda trae costos, como por ejemplo, que al año 2020 el 46% de las mujeres rurales de Latinoamérica y el Caribe viviera en condiciones de extrema pobreza. Estas cifras son una alerta que debe interpelar a quienes trabajamos con perspectiva de género, pues si no incluimos en nuestros criterios la realidad de las que viven en el campo, estaremos haciendo un trabajo incompleto, dejando fuera a millones de mujeres.

Enfrentar esa realidad y mostrarle al mundo sus urgencias fue lo que congregó a cerca de 400 mujeres que, desde 12 países, recorrieron miles de kilómetros para reunirse en la Región de Ñuble, para el Encuentro de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe, parte de una red que lleva más de tres décadas trabajando en torno a este tema y que después de años de presión, logró que la OEA declarara que entre el 2024 y el 2034 será el Decenio Interamericano por los Derechos de las Mujeres, Adolescentes y Niñas de Entornos Rurales. Ese logro es político, porque habla de la incidencia que son capaces de tener cuando trabajan unidas, pero también es simbólico, porque pone en alto una bandera de lucha y las muestra más activas que nunca, cuidando el campo y avanzando en sus derechos, corriendo los cercos que por siglos las mantuvieron relegadas.

Las tareas de cara a este decenio son claras: Poner en la palestra las brechas que enfrentan a diario, por ejemplo, en materias de cuidados, lo que nos lleva no solo a hablar de pobreza económica, sino también de tiempo, conectividad, o acceso a derechos básicos como la educación, la salud e incluso a mecanismos de protección ante casos de violencia. Por otro lado, aumentar las instancias de participación política, bajo una consigna que lo grafica muy bien: "Nada para nosotras sin nosotras". Es decir, hay que atender con urgencia las necesidades para las habitantes de zonas rurales, pero las medidas no serán efectivas si no existen espacios para que las campesinas incidan directamente en la creación de legislaciones y políticas públicas orientadas a ellas. Hoy lo que exigen son espacios de participación más allá del papel, pues para incorporar una perspectiva de género y rural, necesitamos sus voces, sus ojos y sus historias.

Para finalizar, una reflexión. Esos tres días de encuentro e intenso trabajo no hubieran sido posibles sin la virtuosa articulación público-privada entre Prodemu y el gobierno regional de Ñuble en colaboración Redlac, Indap y la FAO, lo que refuerza que las instituciones deben congregarse y derribar los cercos, fortaleciendo la participación, educación y autonomía económica de las mujeres rurales. Si ellas son capaces de alimentar y sostener a naciones completas, no podemos pensar en medidas de mejora de sus condiciones de vida, sin considerar sus particularidades.

Eso último lo ha hecho con éxito el programa "Mujeres Rurales", implementado por Prodemu junto a Indap, que adapta su ejecución con pertinencia territorial a la realidad de cada grupo de campesinas con las que trabaja. Si no nos preocupamos de emparejar la cancha también en el campo, la perspectiva de género con que pensamos eliminar brechas no logrará nunca ser realmente inclusiva.

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