El poder de un hashtag

Las redes sociales se han convertido en un aspecto importante de la cultura contemporánea, sin duda. También en los cambios culturales que vive la sociedad, incluidas la resistencia y el cuestionamiento del status quo. Y es que las herramientas digitales ofrecen, a partir de diferentes atributos, espacios de intercambio de ideas, opiniones y experiencias entre distintos usuarios.

No es de extrañar, entonces, que en diferentes partes del mundo -incluido Chile- existe evidencia de un uso tecnopolítico de las redes: Individuos y comunidades marginadas se han apropiado de la tecnología para promover nuevos usos, desafiar relaciones de poder y criticar idearios que definen las circunstancias de las personas. Así ha sido el caso del llamado feminismo digital, que algunos han llamado también feminismo hashtag, en referencia a ese metadato originalmente usado en Twitter (hoy X) para etiquetar contenidos y conectar historias individuales.

Los hashtags pueden ser muy poderosas herramientas para ganar algo difícil de obtener: voz y atención. A través de una simple etiqueta, se puede conseguir visibilidad, un recurso importantísimo para el activismo y la movilización, y ponerle el foco a testimonios personales e historias que bien habrían caído en un saco roto sin el poder del hashtag. Ese poder de viralización era impensado antes de la existencia de las redes sociales.

Así, aunque las redes sociales pueden ser particularmente hostiles contra las mujeres, también han permitido la configuración de espacios seguros y la formación de llamados contrapúblicos que cuestionan directamente el sexismo, abogan por la igualdad de género y denuncian todo tipo de discriminaciones y violencia. Por ejemplo el hashtag #MeToo ("Yo también"), que dio pie a todo un movimiento social y campaña de concientización sobre la violencia de género. O #NiUnaMenos, un movimiento que tanto en las redes como en las calles ha denunciado en todo el continente la violencia que sufren las mujeres. Otras etiquetas que igualmente se han usado con estos fines son #YoTeCreo, #NoEsNo y #NoEstásSola.

Estos hashtags a menudo conectan historias personales, reacciones y demandas para que la sociedad trate mejor a las mujeres. Al hacerlo, los hashtags no solo hacen visibles el sexismo, la misoginia y la violencia de género, sino que también influyen en cómo entendemos estos problemas de larga data. Es por eso que las redes sociales se han convertido en un importante espacio para el activismo feminista, reforzado por usuarias nativas digitales y empoderadas que han aprovechado herramientas como los hashtags para hacer visibles desigualdades y denunciar.

También para educar. Varios estudios sugieren que jóvenes y adolescentes aprenden sobre feminismo y violencia de género en las propias redes sociales, precisamente porque al conectar historias personales, concientizar sobre problemas e interpretaciones que tradicionalmente habían ignorado y hasta silenciado esas experiencias. Por ejemplo, el hashtag #LaCulpaNoEraMía -a propósito de uno de los versos de la protesta de Las Tesis- reúne testimonios que viene a desmitificar percepciones que suelen culpar a las víctimas de violencia sexual por los que les ha ocurrido.

Hay quienes desestiman el impacto de un hashtag o el activismo digital, ya que difícilmente una mera etiqueta o campaña online van a producir un cambio en la sociedad. Pero la atención a un problema es una condición previa para ese cambio, y para la movilización colectiva -y si algo han demostrado los hashtags feministas- es que esos cambios son posibles.

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