La inteligencia artificial (IA) fundamentalmente corresponde a programas intangibles. Haciendo una analogía con el funcionamiento del ser humano, el esqueleto es a nuestra especie como el hardware al computador, mientras las ideas de nuestro cerebro serían equivalentes a los programas computacionales o softwares, donde se incorpora la inteligencia artificial, que corresponde a una clase particular de programa, más sofisticado, donde al computador no se le dice explícitamente qué hacer sino que se construye un modelo o secuencia de pasos genéricos, que es utilizado por las máquinas para estimar una respuesta.
En cierta medida para muchos esto puede considerarse como una característica inteligente.
En la práctica estos modelos no son más que una mezcla de métodos matemáticos, estadísticos y de probabilidades, que, combinados con un lenguaje de programación computacional, parecen inteligentes.
Esta tecnología está rodeada de muchos mitos de la cultura popular que provienen principalmente de la ciencia ficción y que en gran medida son aceptados por la sociedad como verdades indiscutibles, pero no por ello reales.
Una de estas creencias apunta a que la superinteligencia, es decir que exista una inteligencia superior a la de cualquier ser humano. Hay quienes creen que las máquinas alcanzarán esta capacidad del año 2100 y la consideran inevitable.
Al mismo tiempo existe otro grupo de personas que creen imposible que se cree la superinteligencia en el transcurso de este siglo. Sin embargo, el hecho concreto es que este logro podría ocurrir en años, décadas, siglos o nunca. En la comunidad científica no existe un consenso respecto a este tema y sencillamente no se sabe.
También existe una preocupación, en cierto sector, de que los robots podrían ser malignos, incluso si están programados de manera benigna. Esta situación desde la mirada científica se analiza desde otro prisma y se espera que los objetivos de las máquinas inteligentes siempre estén alineados con los objetivos de los seres humanos.
Como ejemplo, supongamos que se programa una máquina superinteligente para buscar resolver el problema del cáncer que aqueja a los seres humanos y que para esto esa máquina defina la creación de un computador de mayor poder que debería ocupar toda la superficie de la tierra. A pesar de que el objetivo de curar el cáncer es positivo, el lograrlo significaría la destrucción del hábitat. Por ello siempre será importante que la comunidad científica no solo considere en la programación de las máquinas restricciones matemáticas, sino que también restricciones para que no ocurran efectos colaterales inesperados.
Otro mito es que la humanidad podría ser subyugada por las máquinas, lo que incluso puede generar pánico en las personas llamadas “ludistas”, que son quienes ven el desarrollo de las máquinas como algo negativo.
El temor a ser sometidos por la superinteligencia de las máquinas en un futuro cercano es real en algunos grupos, pero como tal desarrollo aún no se alcanza estamos a tiempo de planificar y pensar cómo construir dicha tecnología a nuestro favor.
Existen muchos científicos en todo el mundo, incluidos científicos nacionales, que están muy preocupados por las consecuencias del desarrollo de la inteligencia artificial.
Y es una realidad que aún faltan profesionales y científicos que sean capaces de pensar en soluciones para los posibles problemas, pero también de sacar el mejor provecho para mejorar nuestra vida cotidiana.
No podemos dejar de lado que la IA nos ha ayudado a resolver problemas en áreas tan distintas como la medicina, la agricultura o economía y se continuará avanzando en ese camino.
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