A principio de mes, las declaraciones del diputado Kaiser, asegurando que el protocolo de vacunación nacional incluye 72 vacunas y dado a que usan metales pesados para fijarlas al cuerpo, debería ser reevaluado, pusieron en entredicho la política de vacunación en nuestro país(1). Cada frase dicha hace gala de un sinsentido y al más estilo de Goebbles, impone desde su tribuna de ultraderecha temas en la agenda pública, basándose en premisas falsas. Afortunadamente aún tenemos patria, y el exabrupto de Kaiser fue rebatido transversalmente incluyendo por gente de derecha, como Paula Daza, quien fue subsecretaria de salud, en plena pandemia del Covid-19(2).
Las vacunas fueron altamente positivas en la pandemia ya que, a partir del modelamiento de datos, se concluyó que en nuestro país las vacunas evitaron más de un millón de contagios y se evitaron más de 70 mil muertes en personas de 16 años, un efecto positivo nada menor(3).
La vacuna contra el SarCoV2 (causante del Covid) es una de las tantas inmunizaciones aplicadas y ligadas a la larga historia en la vacunación y políticas públicas en salud en nuestro territorio. A comienzos del 1800, por ejemplo, ante la gravedad de las epidemias de viruela en Europa y las Américas, el rey de España impulso la política de una recientemente creada terapia denominada vacunación, tanto en España como en las colonias(4). Esta medida fue continuada en nuestra naciente patria, y en el gobierno de don José Miguel Carrera, hacia 1812, se dicta la implementación de la Junta de Vacunación y se dan las directrices a los diputados para la aplicación de éstas(5). Esta política, que estuvo exenta de reticencia a lo largo de la historia, se instaura como política pública con la obligatoriedad de vacunación a los recién nacidos en 1886, en el gobierno de don JM Balmaceda(6).
Nuestro actual esquema de vacunación del Programa Nacional de Inmunizaciones (PNI) deriva del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) de la Organización Mundial de la Salud(7). El PAI fue impulsado en 1974, fecha en el cual nuestro país ya contaba con importantes logros en políticas de prevención de enfermedades transmisibles producto de la vacunación, como, por ejemplo, la vacunación contra la viruela aplicada desde 1920 hasta 1978, lo cual logro la erradicación de esta enfermedad en 1950, 27 años antes que el resto del mundo. Las potentes evidencias que avalan los efectos de la vacunación en Chile(8)(9), y en el mundo, hacen difícil entender la constante aparición de grupos detractores y negacionistas de las vacunas, solo queda creer que solo buscan desinformar o son poco inteligentes. Peor aún, gracias al acceso de estos negacionistas a los medios de comunicación, publicidad, seguidores, y un porcentaje de población complacientemente ignorante, pueden generar una infinidad de problemas en salud pública, como desarrolla el doctor Juan Larraín, en una reciente columna de opinión(10).
Los argumentos de los grupos negacionistas siempre son los mismos, y al ser repetidos se vuelven insufribles, como la rutina de George Harris en el Festival de Viña. Desde el punto de vista de la ciencia se hace difícil combatirlos, puesto que sus afirmaciones se basan en supuestos, carecen de fuentes, incluyen tergiversaciones de datos científicos, se apoyan en pseudociencia y ofrecen una credibilidad absoluta en personajes tipo influencers con poca o nula aplicación de criterios científicos, como la monja española Teresa Forcades, la reina del hipoclorito de sodio para curar enfermedades(11). Es difícil argumentar con ciencia a quien no quiere escuchar, y por lo mismo las estrategias para informar e ir contra la desinformación, no siempre resultan o son fáciles. ¿Cómo se combate la posición de un extremista negacionista que no aporta fundamentos y se basa en la paradoja del hombre de paja? Más de una vez resulta tentador utilizar con ellos de la misma forma utilizando elementos de la falacia del hombre de paja para contraargumentar(12), y utilizar hipótesis tan absurdas como la publicada por un terraplanista respecto a Chile, quien dice que Chile no es real, es un constructo y los chilenos son actores(13). Si aceptamos que Chile no existe, se soluciona el problema, ya que el protocolo de vacunación seria imaginario, lo cual creo que a todos nos debería sonar absurdo.
Quiero dejar claro, por si el diputado y sus seguidores leen, y leen esta columna, que la afirmación anterior solo fue una broma. Chile sí existe, pese a la intromisión de personajes que se postulan y han sido candidatos a presidente sacados de la ficción, como el candidato ausente que regreso a Chile y los negacionistas de siempre. Pese a este realismo mágico, suponer que Chile no existe, es tan ridículo como los argumentos de que las vacunas son dañinas para la salud. Si no logra notar las diferencias, estamos en serios problemas.
(1) Debió salir a "rectificar" cifra y Gobierno apuntó a "retroceso" en su postura: El enredo de Kaiser por las vacunas
(2) Daza ante cuestionamientos de Kaiser a plan de inmunización: "Las vacunas salvan vidas"
(3) Estudio afirma que la vacuna del Covid previno 75.968 muertes en Chile
(4) La vacunación en Chile (1805-1923)
(5) https://auroradechile.uchile.cl/index.php/ACL/issue/view/2721
(6) Ley de vacuna obligatoria
(7) Programa Nacional de Inmunizaciones
(8) Importancia de las vacunas en salud pública: hitos y nuevos desafíos
(9) Las vacunas en Chile: el descrédito y sus consecuencias
(10) Negacionismo científico
(11) Teresa Forcades
(12) Falacia del hombre de paja
(13) "Chile no existe": la descabellada teoría terraplanista que se volvió viral en las redes
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