La ciencia en Chile está en niveles de excelencia. Así al menos lo percibimos quienes formamos parte de este ecosistema en el país, como lo comprobó la primera consulta online para la Estrategia Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI), convocada por el Consejo Nacional de CTCI y que fue dada a conocer la semana pasada.
La mayoría de los 628 académicos e investigadores consultados valoran la formación avanzada de los científicos locales, tanto por su nivel académico como por el alcance de sus trabajos a nivel mundial, un ámbito ratificado también por la última versión del ranking académico internacional del prestigioso portal científico Research.com, donde ocho científicos nacionales están entre los que presentan mayor producción científica a nivel mundial e incluso uno figura entre los 100 más citados del mundo. A primera vista existe talento y opciones de formación en nuestro país, pero cabe la pregunta de si estas características son suficientes para dar un salto decisivo en innovación y desarrollo, que nos permita convertirnos en un referente de la ciencia y tecnología a nivel global.
Como dijo recientemente el ministro de CTCI, Flavio Salazar, cuando hablamos de aumentar la inversión en ciencia no se trata solamente de dinero, sino también de incrementar la formación de recurso humano avanzado. De hecho, aunque nos comparamos con naciones como Malasia o Singapur, tenemos menos de un tercio de los científicos por cada 1.000 habitantes.
Hoy en Chile hay poco más de 16 mil profesionales haciendo investigación y desarrollo, según cifras de la OCDE. Esto corresponde a 1,1 personas por cada 1.000 habitantes. La media de la misma organización es de 8,7 personas, lo que revela la larga distancia a la que nos encontramos. Incluso, si nos comparamos con vecinos como Argentina o Brasil, nos superan con al menos el doble de investigadores. Las soluciones mágicas no existen, por ello hay varios caminos que transitar.
Por un lado, fortalecer el postgrado con una fuerte orientación hacia los desafíos societarios globales, como la crisis climática, pero a la vez conectando con lo local-territorial. Esto puede hacerse en estrecha colaboración con los Institutos Tecnológicos y de Investigación Públicos que planea desarrollar el gobierno en el curso de su gestión, como también en coordinación con los nodos territoriales.
Pero también hay desafíos que debieran iniciarse desde la educación escolar, como, por ejemplo, entregar a nuestros estudiantes una formación integral orientada a la CTCI que permita sensibilizarlos desde una edad temprana en estos temas, reforzando la labor que desarrolla actualmente el Programa Explora a través de iniciativas que permitan una mayor sinergia entre la formación temprana y la academia. Al respecto, es muy relevante que el Ministerio de CTCI en su cuenta participativa 2022 anunciara que fortalecerá su plan de ciencia pública para niños, niñas y adolescentes a través de sus instrumentos de ciencia abierta, acciones regionales y el Festival Nacional de la Ciencia.
Por cierto, no hablamos solo de habilidades en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM, por su sigla en inglés), sino también resulta estratégica la formación en Artes y Humanidades (AyH), fundamentales para estimular la creatividad, el pensamiento crítico, el sentido humano y la reflexión en temas éticos asociados al desarrollo científico-tecnológico. Por último, en la parte final del currículum (enseñanza media, por ejemplo), debieran reforzarse temas asociados a innovación y emprendimiento, con una orientación práctica, lo que podría conseguirse en alianza con universidades, centros de formación técnica y empresas, incluyendo visitas a centros de producción.
Es bueno mirar lo que han hecho otras naciones, las cuales gracias a la formación de una masa crítica de científicos han generado no solo innovación local, sino que también global, que ha impactado su desarrollo.
Uno de los mejores ejemplos es Corea del Sur que, gracias a una estrategia de largo plazo, caracterizada por una amplia colaboración entre el sistema universitario, las compañías privadas y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, hoy figura como uno de los países más innovadores del planeta y segundo en número de investigadores activos por cada mil habitantes, solo detrás de Dinamarca.
Estoy convencido que como país estamos avanzando por este camino. Varias de nuestras universidades ya figuran entre las mejores mil a nivel internacional en distintos rankings y esperamos que se sigan sumando más. En nuestro caso, desde La Araucanía, a fines de este mes graduaremos en UFRO a más de 100 nuevos doctorados para nuestro país y por qué no decirlo, para el mundo, un esfuerzo que también están realizando universidades de todo Chile a través de programas de postgrado de excelencia para formar graduados que necesitamos como país y que nos hace confiar en que es posible.
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