¿Te has preguntado alguna vez por qué las empresas pagan millones a consultoras como McKinsey para que lleguen, identifiquen problemas que ya conocías, y se vayan dejándote con la tarea de implementar sus recomendaciones? Este modelo, que ha dominado el mundo empresarial durante décadas, está a punto de experimentar una transformación radical gracias a la inteligencia artificial.
El modelo McKinsey: cuando la consultoría se convierte en dependencia
Durante años, las grandes consultoras han operado bajo un modelo que Ted Chiang, autor de ciencia ficción, describe brillantemente como "los ejecutores dispuestos del capital". McKinsey y sus competidores han perfeccionado el arte de la evasión de responsabilidad: llegan a tu organización, te dicen lo que debes hacer, cobran sus honorarios astronómicos y se van. Si algo sale mal, la culpa es tuya por no implementar correctamente sus "recomendaciones expertas".
Este sistema ha creado una dependencia tóxica. Las empresas han perdido la capacidad de resolver sus propios problemas, delegando el pensamiento estratégico a consultores externos que, irónicamente, muchas veces conocen menos tu negocio que tus propios empleados. Es como contratar a alguien para que te diga cómo caminar cuando ya sabes hacerlo perfectamente.
La democratización del conocimiento: el caso de Adam Rymer
Pero algo está cambiando. Adam Rymer, un simple guardaparques en Glen Canyon National Park, acaba de demostrar que el futuro de la "consultoría" no está en las torres de cristal de Manhattan, sino en las manos de cada trabajador con acceso a IA.
Adam odiaba escribir el papeleo para reemplazar alfombras, una tarea que le tomaba 2-3 días. En lugar de contratar consultores o resignarse a la burocracia, colaboró con ChatGPT durante 45 minutos y creó una herramienta que transformó esa pesadilla administrativa en algo simple. El resultado: su solución ahorrará 7.000 días de trabajo al Servicio de Parques Nacionales este año y se está implementando en 430 parques.
¿La diferencia? Adam no "usó" la IA como una herramienta pasiva. Colaboró con ella. Aplicó su conocimiento del problema real, su experiencia práctica, y su creatividad para encontrar una solución que ningún consultor externo habría podido diseñar.
El riesgo: perder nuestra capacidad de pensar
Pero aquí viene la advertencia crucial. Como señala Dustin Curtis en su reflexión sobre el pensamiento crítico: "El rigor intelectual viene del viaje: los callejones sin salida, la incertidumbre y el debate interno. Saltarse eso, y podrías obtener la perspectiva, pero habrás perdido la infraestructura para una comprensión significativa".
El peligro no está en usar IA, sino en volvernos perezosos intelectualmente. La diferencia entre ser un consultor interno empoderado por IA y ser un esclavo de la tecnología radica en mantener nuestra capacidad crítica, nuestra creatividad, y nuestro entendimiento profundo de los problemas que enfrentamos.
La tecnología a nuestro servicio
El futuro no se trata de reemplazar consultores con algoritmos. Se trata de empoderar a cada persona en tu organización para que sea su propio estratega, su propio analista, su propio solucionador de problemas. La IA debe amplificar nuestra inteligencia, no reemplazarla.
¿Estás listo para transformar tu organización en una donde cada empleado tenga el poder de ser su propio consultor? Porque al final, lo importante no es la tecnología en sí, sino cómo cambiamos nuestros procesos para ponerla verdaderamente a nuestro servicio.
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