La Ciencia en Chile, cuestión de políticas públicas

Juan Pablo Henríquez
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Un estudio de CONICYT en 2016 mostró que aun cuando la sociedad valora el desarrollo de la ciencia en el país, existe un escaso nivel de conocimiento respecto al quehacer científico. Lo paradojal de esta discrepancia es que la actividad científica es mayoritariamente financiada con fondos públicos, de los que los científicos permanentemente demandamos incrementos.

Hoy parece existir consenso respecto a la necesidad de mejorar nuestros estándares de investigación científica e innovación como alternativa a una economía basada en la extracción de materias primas. Pero, ¿cuál es la fórmula para que ello ocurra?

Por más de 30 años, la reunión anual de la Sociedad de Biología Celular de Chile ha sido un punto de encuentro de investigadores/as jóvenes y experimentados/as. Con más de 500 participantes, es una de las reuniones más importantes de las sociedades científicas chilenas.

En virtud de su deber social, entendemos que las Sociedades Científicas deben aportar a la construcción de una Comunidad Científica organizada, que se establezca como pieza clave del diseño estratégico de una política científica para el país. Con esta meta, nuestras reuniones anuales recientes han incluido charlas y jornadas de discusión en temáticas relevantes para la investigación científica en un contexto global.

En nuestro último encuentro discutimos “el sentido de la investigación científica en Chile”, con el fin de consensuar un relato que aporte a la discusión y toma de decisiones en el naciente ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

Además de identificarnos como una comunidad unida por el  apasionante anhelo de descubrir, compartimos la visión que la actividad científica es una herramienta de superación, tanto en lo personal como en su potencial de elevar la condición humana.

En nuestra área específica, nuestros descubrimientos en aspectos básicos de la biología celular representan una sólida base tanto para identificar el origen de las patologías que afectan a los tejidos y organismos, como para la búsqueda de terapias basadas en evidencia para tratarlas.

Independiente de las áreas específicas, un primer eje de desarrollo debe involucrar un plan de difusión sistemático de la actividad científica del país a la comunidad.

Es prioritario que toda actividad nacional conozca e incorpore el quehacer científico a través de canales de información efectivos y sostenidos en el tiempo, pues el enfrentamiento científico de los problemas, basado en obtener conclusiones y diseñar nuevas acciones a partir del análisis crítico de evidencia concreta, debe permear a todas las esferas de la sociedad.

Anhelamos que nuevas generaciones de niños y jóvenes se eduquen sobre la base del pensamiento crítico e informado, tanto a través de alianzas con el ministerio de Educación como a través de la formación de más científicos/as para el país.

Para tales fines, consideramos crucial que la comunidad científica sea incorporada en las instancias que definen sus políticas. En este sentido, valoramos muy significativamente la elección de miembros de nuestra comunidad como máximas autoridades del naciente Ministerio y creemos fundamental que este criterio se mantenga, tanto a nivel administrativo (Secretarías Macrozonales), resolutivo (el Consejo Asesor) del naciente Ministerio.

Un segundo eje de desarrollo se relaciona con que actualmente sólo uno/a de cada diez doctores/as chilenos/as trabaja en la academia, lo que hace necesario identificar y promover el desarrollo de nuevas instancias para el impulso de las ciencias.

Para ello, es fundamental que el Ministerio promueva un análisis informado y amplio, que involucre a todas las esferas de la sociedad, respecto a la generación de nuevos polos de desarrollo, de manera de combinar las necesidades de la sociedad con el enorme potencial científico del país.

Finalmente, un desarrollo estratégico de esta magnitud es ciertamente impensable con la actual disponibilidad de recursos.

Si bien los instrumentos concursables y becas de CONICYT han permitido financiar a una comunidad que crece y genera conocimiento de alto impacto, la incorporación de nuevos recursos permitirá escalar la exitosa actividad científica nacional hacia niveles comparables con otras áreas de desarrollo del país, así como con otros países de la región.

Sin duda, una política de comunicación y obtención de capitales desde el sector privado, que confluya en el fin último de aportar al bien común, será un importante complemento a esta demanda.

Los tiempos de la ciencia son a menudo mayores que los de las autoridades, por lo que se hace prioritaria la generación de políticas públicas sólidas y sustentables para el desarrollo de las ciencias en el país. Los ejes aquí planteados pueden contribuir significativamente a la concreción de este anhelo.

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