La creciente digitalización de nuestras vidas supone cambios en la forma que operamos. Hoy por hoy, podemos pedir un taxi, hacer transferencias bancarias, revisar las notas de nuestros hijos en el colegio o pedir un certificado de nacimiento o defunción en el Registro Civil, todo desde un celular o computador y en menos de un minuto. Los sistemas digitales están en todas partes y pareciera que cada día hay una nueva tecnología que adoptar y aprender.
Las herramientas digitales son parte de nuestra realidad cotidiana y prometen conectarnos y simplificar nuestras vidas. Y sí, poder tener un mapa online a mano, geolocalizado, para poder llegar rápidamente a destino, o poder avisar con un simple mensaje a todos en el chat de vecinos que hay un problema con el semáforo de la esquina claramente es algo eficiente.
Pero la digitalización también es una experiencia abrumadora y estresante. Se estima, de hecho, que una persona cualquiera en internet tiene en promedio más de 100 cuentas de usuario online, entre correo, redes sociales, servicios bancarios, de telefonía, plataformas de videojuegos y de streaming y de todo tipo de sitios web. Aunque no necesariamente todas esas cuentas están activas, sí suponen una abundante combinación de nombres de usuarios y contraseñas que no son tan fáciles de manejar. La higiene digital supone, además, que no hay que usar la misma contraseña para todo y que además hay que cambiarla regularmente. Y en todas partes las restricciones son distintas: que al menos un símbolo, que no puede ser todas las letras mayúsculas, que no pueden ser números consecutivos... Hay todo un mundo de gestores de contraseñas dirigido a solucionar ese problema, pero eso también supone crear una cuenta maestra y manejar un dato más en nuestra cada vez más saturada vida digital.
La cantidad de cosas que se espera que hagamos de manera digital, desde completar formularios online hasta gestionar proyectos en diferentes plataformas puede ser una carga pesada. En lugar de sustituir antiguas formas de hacer ciertas tareas -por ejemplo, solicitar vacaciones en el trabajo o hacer un pedido de suministros de oficina- muchas herramientas digitales se han convertido en una carga más para las personas. Hay que configurar cuentas, aprender a usarlas, realizar la tarea en cuestión -muchas veces de una manera completamente distinta a como se hacía antes- y confiar en que el sistema funcione como se supone. Y cuando se decide un cambio en el sistema -un cambio de software o en la manera en que está configurada la herramienta- viene otra curva de aprendizaje.
Vivimos en un mundo en que se espera no estar nunca desconectados y el uso constante e intensivo de tecnologías digitales pueden redundar en efectos negativos y muchas veces en una sobrecarga para nuestras mentes. Por ejemplo, en la pandemia, se habló de la fatiga de Zoom para referirse el agotamiento que suponía estar conectado y en un contacto visual intenso de manera permanente, y en inglés se ha acuñado el término doomscrolling para hablar del excesivo tiempo que pasan algunas personas en redes sociales o sitios web consumiendo noticias o contenido negativo, a menudo de manera compulsiva.
La abundancia de información online también nos confunde, nos marea y nos agota. Un reciente reporte de la BBC da cuenta de que la gente se está cansando de las grandes plataformas digitales, cada vez más mercantilizadas y desconectadas, y busca espacios digitales más pequeños y privados para interactuar con otros. Por ejemplo, para algunas personas los chats grupales -más controlados, más manejables y, sobre todo, a escala más humana- son un mejor espacio para discutir de política o sobre deportes que las redes sociales.
Así, en lugar de prescindir por completo de la tecnología, la clave está en cuidar nuestros entornos digitales. De la misma manera que limitamos el uso de aplicaciones o establecemos límites en nuestras redes sociales, podemos aliviar la sobrecarga que supone estar permanentemente conectados. Crear hábitats tecnológicos más saludables puede ser tan sencillo como desactivar las notificaciones y hacer un uso más consciente de las tecnologías: escoger deliberadamente cuándo y cómo nos involucramos en actividades digitales.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado