Una vocación que creció entre escombros

Coincidencia o no, el mes en que conmemoramos el Día de la Ingeniería volvió a poner a prueba nuestra capacidad de respuesta. El pasado viernes 2 de mayo, un sismo de magnitud 7,5 sacudió la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena. Afortunadamente, no se reportaron daños materiales ni víctimas, pero este evento nos recordó, una vez más, que somos un país sísmico, incluso en zonas que percibimos ajenas a esta historia, como la Patagonia o el territorio antártico.

Las imágenes compartidas en medios y redes sociales volvieron a centrar nuestra atención en las alertas de tsunami, el monitoreo en tiempo real, la investigación geológica y las tecnologías de alerta temprana. También sirvieron para confirmar la importancia de nuestras normas de construcción y de una planificación urbana que integre la gestión del riesgo.

Cada 14 de mayo, Chile celebra el Día de la Ingeniería, una fecha profundamente ligada a nuestra historia sísmica y al papel crucial que esta disciplina ha desempeñado en la recuperación y el desarrollo del país tras grandes catástrofes. Esta conmemoración tiene su origen en el devastador terremoto del 13 de mayo de 1647, que destruyó casi por completo la ciudad de Santiago.

Nuestra historia ha impactado a varias generaciones, que han aprendido a enfrentar sus consecuencias con talento y creatividad. Hoy, por ejemplo, con ingeniería es posible salvar vidas gracias a décadas de aprendizaje, innovación y compromiso profesional, en uno de los países más sísmicos y, al mismo tiempo, más resilientes del mundo.

Por eso, el 14 de mayo representa mucho más que una efeméride, es un homenaje a la historia y a la evolución de la ingeniería en Chile. Desde los esfuerzos coloniales por reconstruir Santiago hasta los avances contemporáneos en diseño sísmico, esta fecha reconoce a quienes han dedicado su trabajo a construir un país más seguro, eficiente y humano.

Esa historia y ese conocimiento puestos al servicio del bien común también nos recuerdan que el desafío de la ingeniería va mucho más allá de resistir terremotos. Vivimos en un mundo que demanda soluciones sostenibles, equitativas e innovadoras, un mundo que requiere una ingeniería al servicio de las personas, capaz de dialogar con la ciencia, la tecnología, la ética y el medioambiente.

El desarrollo de Chile requiere una ingeniería que mire al futuro sin perder su raíz, esa vocación de servicio que creció, literalmente, entre escombros. Mientras la tierra siga temblando, la ingeniería siempre estará ahí cuando más se la necesita, no para evitar lo inevitable, sino para transformar cada crisis en una oportunidad para avanzar mejor preparados.

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