El próximo domingo 4 de marzo se nos viene el Oscar. Este año destacan varios films notables para llevarse el máximo galardón. He ahí, por ejemplo, Llámame por tú nombre, La forma del agua, Tres anuncios para un crimen y El hilo invisible.
En película de habla no inglesa, nuestra Mujer fantástica, de buena factura, sin duda, corre con cierta ventaja por lo políticamente correcto del guión, ánimo que en Hollywood a veces se valora. Aunque, hay que decirlo, no será fácil ante el enorme film sueco The Square.
En actriz y actor principal mis apuestas son Frances McDormand (Tres anuncios para un Crimen) y Daniel Day Lewis (El hilo invisible). Lisa y llanamente geniales estos dos camaleones del panteón mayor. Y en secundario, la actuación de Sam Rockwell, en Tres anuncios para un crimen, alcanza cotas difíciles de emular.
En mi mirada, la mejor película es El Hilo invisible. Va para un clásico a lo Ingmar Bergman sobre la espesura de las emociones en el amor, ese hilo invisible en la relación de pareja. Aunque, es difícil que se lleve el Oscar. Su factura es muy europea.
De hecho es el primer film que Paul Thomas Anderson produce en Gran Bretaña. Con todo, hay un amplio espacio para uno y otro reconocimiento en la gala del domingo, ya que fue nominada a seis Oscar: mejor película, director, actor, actriz secundaria, diseño de vestuario y banda sonora.
En El hilo invisible, Anderson es director, guionista y director de fotografía. Con esta obra personalísima se consolida a los 47 años como uno de los más brillantes creadores de su generación. He ahí Boogie Nights, Magnolia, Petróleo Sangriento, The Master, entre otros films de su autoría.
Ya lo dije, el sustrato emocional del film es la relación de pareja unida por un lazo invisible y misterioso, cuando hay amor, cuyo ambiente es el mundo de la alta costura británico. La fotografía del Reino Unido y el vestuario, sorprendente.
Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) es un trabajólico diseñador, autoritario, acrítico ante sus muchas manías, soltero empedernido, aunque amante episódico. En su vida una y otra vez seduce y es seducido hasta que, cansado, abandona a la antigua amada.
Es animado por una relación de dependencia casi infantil de su adusta y eficiente hermana Cyril (Lesley Manville), brazo derecho en el exitoso negocio familiar y en su vida cotidiana. Además, atormentado por la presencia recurrente de la madre en su memoria.
En los primeros minutos del film, estos rasgos personales y vínculos entre los hermanos se delinean con precisión, entre ellos, la expulsión inclemente de la última musa y amante de Reynolds. Hasta que aparece Alma, un hallazgo la actriz luxemburguesa Vicky Krieps, que sigue el tono, si no supera en ocasiones, a Day Lewis y Lesley Manville, en un duelo actoral que se agradece.
Alma, sólida y frágil, ingenua y lista, cuya entrega a Reynold es de una intensidad que no decrece. Alma es el alma de la relación y Reynold “la autoridad”, aunque a poco andar sabemos que es un hombre talentoso, con formalismos y obsesiones, en quién subyace un niño herido.
Cuando Alma y Reynold se conocen y enamoran hay un diálogo que marca la tesitura de lo que vendrá y de lo que no vendrá. Reynold le dice algo así como “desde siempre esperaba encontrarte”. “Ya me has encontrado”, responde Alma. Y agrega, “hagas lo que hagas conmigo, hazlo con cuidado”.
De ahí en más, en dos horas y 10 minutos, se inicia una tensión in crescendo entre sus personalidades, junto a momentos de una intimidad y entrega amorosa que emocionan. De inmediato el espectador descubre que tras el genio impasible de Alma, que nunca se ofusca ante el estilo descuidado y a veces grosero de un Reynold obsesivo y maniático, subyace una voluntad de verdadero calibre. Alma, con suavidad, no calla ni oculta su mirada, en ella hasta los silencios hablan, e irá lentamente minando el estilo de Reynold y de su hermana Cyrill.
El film es extraordinariamente fino a la hora de mostrar la complejidad en una relación de pareja. Las molestias mutuas y frustraciones en la convivencia cotidiana. La pasión y el amor genuino. Los miedos y alegrías de ambos. Los excesos emocionales y conductuales, que aquí alcanzan ribetes en el límite para asegurar así la co-dependencia. Los cambios personales de cada uno, en sus estilos y conciencias, con el ánimo de un mejor amarse. Todo siempre en el tono, aquí hay amor humano, demasiado humano, ese misterioso hilo invisible.
La música, en el cuarto trabajo con Anderson, es obra de Jhonny Greenwood, de la banda de rock Radiohead.
En el cierre, recordar que habrá otra razón más para recordar siempre El hilo invisible. Fue la última actuación de Day Lewis. El gran Daniel, tal vez el mejor actor de nuestro tiempo, que anunció en junio del año pasado que se retira definitivamente del cine. Lindo sería, en su homenaje, que el domingo recibiera su cuarto Oscar como mejor actor.
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