El mercado se ha mostrado incapaz de resolver los problemas más acuciantes de la ciudadanía, menos de garantizar derechos consagrados en todas las constituciones democráticas del mundo incluso los estipulados en la carta fundamental de los Derechos Humanos y en las encíclicas sociales de la Iglesia Católica, como son los derechos a la educación, a la salud, a la previsión, a la vivienda digna, entre otros.
La humanidad hace ya muchos años ha consensuado la necesidad de garantizar derechos fundamentales que permitan vivir con dignidad, esta decisión visionaria debe constituirse en el “juramento hipocrático” de quienes ejercen funciones públicas, más aun cuando es precisamente el pueblo el que sede soberanía para ser representado, esa es la regla sine qua non de nuestro contrato social.
Nuestros derechos no pueden ser transados en el mercado de capitales, ni verse expuestos a la especulación financiera, el modelo de desarrollo que padecemos no ha resuelto en 44 años las necesidades básicas de la gran mayoría de la población, ni lo hará en lo sucesivo, porque el objetivo no es ese y la carga ideológica que lo sustenta no se lo permite. Hasta ahora la experiencia ha mostrado mayor concentración de la riqueza, mayor desigualdad social, precariedad laboral, y pensiones que ni siquiera garantizan la sobrevivencia de quienes han entregado su vida al desarrollo del país.
Resulta inconcebible y un insulto a quienes queremos ser parte de la vida en común, un desprecio a hombres y mujeres que han construido la comuna y le han dado sentido de pertenencia a ésta, las declaraciones de alcalde de Estación Central, Rodrigo Delgado, a un medio de comunicación de circulación nacional “nadie está obligado a vivir en la comuna”, estas declaraciones se sustentan en la profunda concepción ideológica del “mercado regulador”, con las conocidas externalidades negativas que produce el crecimiento desregulado entregado a la vorágine del mercado, no haciéndose cargo de las consecuencias nefastas e irreparables en el deterioro de la calidad de vida de quienes vivimos en la dicho territorio.
La disyuntiva es si el municipio requiere de un edil que administre, como un gerente, la vida de los habitantes del territorio o avanzamos a la construcción de un gobierno comunal que abra paso a la participación democrática y vinculante en la toma de decisiones que atañen a todos los que habitamos allí, por ejemplo, la actualización participativa y democrática del Plano Regulador Comunal que termine con la especulación inmobiliaria que ha destrozado la característica histórica y cultural local.
En mi condición de concejal y vecino de Estación Central, que vivo a diario el daño que provoca en la calidad de vida visiones como las del Alcalde, reitero mi compromiso de seguir luchando por el bien común y abrir los espacios de participación social, garantizar derechos, por más y mejor democracia para todos y todas.
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