Hoy se ha generado un importante debate de cómo se logrará un proceso inclusivo y con la mayor representatividad de la población chilena en el plebiscito -de entrada y salida - para decidir sobre la convención constituyente y nueva Constitución.
Las variables de paridad de género, pueblos originarios, independientes, personas con discapacidad, menores de edad, entre otros, han salido a la palestra buscando llegar a la ecuación perfecta en el ejercicio democrático más importante en Chile desde 1988.
El juego peligroso de establecer como una máxima la participación de menores de edad, es caer en la ilusión que sería un proceso fallido, si esta no se concreta, siendo aún más claro una jugada electoral de parte de los partidos de izquierda, ya que existe la creencia que muchos de esos eventuales votantes podrían convertirse en un electorado fiel en un futuro.
En Chile las tasas de abstención en elecciones varían entre el 50% y 60%, asumiendo que se acuerda la participación de los menores de 18 y mayores de 16, se podría provocar que aumente aún más este índice de la participación ciudadana.
Es mucho mejor que todos los actores políticos, sociales y de la sociedad civil incentiven a esa parte de nuestra población, que fue clave en el actual movimiento ciudadano y el estallido social, a participar, no sólo con el derecho a votar en una urna, sino que en otras instancias que se han generado dentro de este proceso ciudadano (cabildos, asambleas, entre otros), en las cuales no hay impedimento de edad.
Utilizando la lógica de habilitar como ciudadanos electores a aquellos que aún no pueden participar, deberíamos reflexionar sobre permitirle ese derecho a ese millón doscientos mil inmigrantes que aún se encuentran dentro de los primeros años de residencia en nuestro país.
La democracia, al igual que la amplia gama de derechos y libertades civiles, implica tiempos y formas, a veces confundimos requisitos con exclusión, y la democracia es un espíritu, pero con nociones regladas.
No debemos caer en el entusiasmo de no rayar la cancha, ya que, tanto en el fútbol como en la política, no todo es cancha y existen deberes y derechos.
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