Santiago es una ciudad en donde ya no cabe más gente. Las autoridades han hecho vista gorda ante esta situación, dejando en manos de la ciudadanía la preocupación ante un eventual colapso inmobiliario.
Los últimos estudios realizados respecto del crecimiento de la capital indican que ésta no soportaría más de 10 millones de habitantes. Según la proyección del INE, el próximo censo arrojaría una cifra superior a los 7 millones, que alberga actualmente la Región Metropolitana, lo que si lo proyectamos en el tiempo significaría que en un plazo no superior a los 10 o 12 años, llegaríamos al tope de su capacidad.
Todo lo anterior, nos hace reflexionar acerca del desafío que tendrán las próximas autoridades para replantear soluciones para el Gran Santiago. Me refiero a las “próximas autoridades”, porque las de los últimos 40 años han desoído a los especialistas, urbanistas, arquitectos, consultores, desarrolladores, paisajistas y profesionales que han escrito, hablado, explicado y comunicado lo mal que vamos con el crecimiento de la ciudad en términos urbanos e incluso viales.
Ya he hablado antes sobre cómo Santiago se ha convertido en una ciudad que camina, una ciudad que se ha ido a los cerros pero, que aún no es capaz de emigrar de los puntos más congestionados de la capital, una ciudad que se está edificando en altura, lo que ha traído como consecuencia el encarecimiento del valor de los suelos y las viviendas.
Todo lo anterior, nos invita al desafío de empezar a ocuparnos urgentemente de esta problemática. De pensar en qué manera atacamos el colapso inmobiliario que se avecina.
Algunas de las soluciones que se vislumbran es comenzar a desarrollar y crear nuevas ciudades en las cercanías de la capital. Expandirnos hacia los alrededores de la Región Metropolitana, creando ciudades satélites que deben estar implementadas con todo tipo de servicios, incluyendo las líneas de trenes rápidos como todas las grandes orbes europeas. Basta de seguir con el modelo norteamericano en el que las grandes ciudades siguen aumentando su extensión como Los Ángeles, Miami o San Francisco.
Hago un llamado a las autoridades para imitar los modelos europeos de ciudades como París, Londres, Munich o Barcelona, que han tenido que controlar la expansión inmobiliaria tomando acciones concretas para el desarrollo de los nuevos proyectos urbanísticos.
Si en Chile, ya tenemos las cifras claras, ¿por qué los gobiernos aún no han desarrollado y ejecutados planes concretos ante este escenario inmobiliario?
Dejo esta interrogante abierta para ver si las próximas autoridades son capaces de ejecutar y poner en práctica las soluciones que la capital necesita antes de llegar al caos urbano y antes de que las próximas generaciones nos pasen la cuenta.
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