En 1974, sesenta artesanas y artesanos de distintos lugares de Chile recibieron una carta de la Vicerrectoría de Comunicaciones de la UC. Era una invitación para venir a Santiago y participar en el Consagración del Templo de Maipú, y luego quedarse para ser parte en una feria de artesanía, en donde decían los organizadores: "-creemos- podrá vender algunas de sus obras. La Universidad organiza el alojamiento, la comida y el transporte. Usted es un invitado de honor a esta fiesta".
Casi medio siglo después de aquello, estamos a punto de inaugurar la 50 Muestra de Artesanía Internacional UC, que permanecerá abierta al público entre el 1 y el 10 diciembre, en Santa Rosa de Apoquindo, en las Condes, con 120 artesanos chilenos y extranjeros representantes de 11 países, quienes son parte de este evento que es uno de los más antiguos en su tipo en el país.
Muchas cosas han cambiado desde la primera Feria de Artesanía Tradicional (denominación inicial del encuentro), cuando se ubicaba en el Parque Bustamante y el pabellón se construía con sabiduría popular, colihue y totora; y la organización debía enviar cartas, telegramas y comunicarse a través de radios locales para contactar a los invitados que vivían en los lugares más apartados.
Hoy, gracias a auspicios institucionales, algunos artesanos llegan a Santiago en avión desde sus apartados territorios, el pabellón es una gran carpa y nos comunicamos a través de WhatsApp por medio de teléfonos inteligentes.
Con gran resiliencia ante los cambios, que incluyen un estallido social, una pandemia de manera reciente; y a fenómenos de largo plazo que afectan el quehacer artesanal, como el cambio climático y la tecnologización, la feria como todos la llaman, o la Muestra Internacional de Artesanía UC que es su nombre oficial, sigue.
Y es que la visión de la Universidad Católica para comenzar, pero por sobre todo por mantener este proyecto en el tiempo ha sido una de las claves de su larga vida e impacto cultual, ya que se ha consolidado como un aporte a la salvaguardia de oficios en riesgo de desaparecer, al relevamiento de nuevos talentos de la artesanía en cualquiera de sus manifestaciones, a la vez que ha nutrido una gran diversidad de iniciativas públicas y privadas con los cuales ha colaborado, investigando, brindando asesoría o simplemente abriendo las puertas y facilitando las condiciones para que las personas se encuentren en la valoración de la diversidad.
Esa gran cantidad de lazos de colaboración que la Muestra ha tejido durante su existencia, quedan reflejados en esta versión del evento, en la que participarán más de 30 instituciones amigas, que van desde asociaciones gremiales de artesanos hasta museos, quienes realizarán diferentes actividades para el público y los artesanos.
Además, como espacio de aprendizaje y evento universitario, la Muestra exhibirá el trabajo de jóvenes estudiantes y equipos de investigación consolidados, a la vez que durante los 10 días de duración, los artesanos participantes podrán intercambiar saberes, tecnologías y experiencias en un encuentro de gran efervescencia creativa y fraternidad.
En el trabajo académico que hemos desarrollado desde el Programa de Artesanía (organizador de la Muestra), a través de la investigación de la Colección compuesta por las obras que los artesanos que han participado en la feria a través de los años han donado a la UC, en la documentación del Archivo Histórico de la Muestra -compuesto por cartas y fotografías- y en los relatos de las personas que comenzaron con este proyecto y que han sido maestras y maestros para nuestra labor, se reconoce un sentimiento de comunidad y de mutua confianza entre artesanos y organizadores, que ha sido la impronta que la UC ha impuesto a la feria y que se ha mantenido en cada uno de sus equipos organizativos.
Traspasados de generación en generación -así como los oficios- hay un sello que subsiste como parte de la identidad del encuentro. A la vez, que aparecen otros espacios y quimeras por alcanzar en los próximos 50 años.
Los desafíos son muchos y variados, pero se podrían resumir en proyectar los aprendizajes -históricos y recientes- que hemos obtenido. La lecciones y experiencia digital que nos dejó las ferias virtuales e hibrida llevadas adelante en pandemia es una línea para retomar sin renunciar a la presencialidad, al tiempo que esperamos seguir profundizando en el proyecto educativo que surgió con los talleres y actividades que se realizan en torno a la feria y que hoy se proyecta en investigación y otros espacios de exhibición.
Además, es fundamental aumentar el impacto del evento, a través de la multiplicación de otros espacios de comercialización, de difusión y puesta en valor de este tipo de patrimonio, que capitalicen e irradien la experiencia acumulada en este primer medio siglo.
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