"En Chile nunca ha gobernado el comunismo", se suele escuchar por estos días. Pero poco se habla de lo que ocurría ahí donde efectivamente gobernó el comunismo, como pasó en Hungría, Checoslovaquia o Polonia. Países donde se supone que los trabajadores serían libres e iguales bajo la hoz y el martillo, pero en realidad terminaron convertidos en siervos de las oligarquías del partido único y totalitario.
Hace 45 años, en Polonia los obreros comenzaron una rebelión que tomaría ribetes libertarios al exigir algo que no existía en un país donde se suponía gobernaban los trabajadores: un sindicato independiente. El 14 de agosto de 1980, la huelga en el Astillero Lenin de Gdansk, iniciaría un proceso inusitado. No obstante, no era la primera huelga que se producía en Polonia. En 1970 y luego en 1976, los reclamos y protestas de los trabajadores fueron fuertemente reprimidos por el comunismo.
Tampoco eran las primeras protestas obreras en la llamada órbita soviética. En 1953, los tanques del ejército rojo reprimieron con brutalidad las protestas en Alemania Oriental. En 1956, esos mismos tanques rojos invadieron Hungría con el fin de aplastar la rebelión obrera con un saldo de miles de muertos. En Chile, el dirigente comunista Luis Corvalán calificó la ocupación soviética de Hungría como "invasión fraternal". En 1968, con la misma complicidad comunista chilena, los tanques soviéticos también aplastaron la llamada Primavera de Praga.
Muchas masacres obreras fueron ocultadas bajo amenaza de pena de muerte, como la de Novocherkassk, ocurrida en 1962, donde trabajadores ferroviarios fueron reprimidos a balazos por el Ejército Rojo y la KGB. Esto es narrado por el historiador Samuel H. Baron en su libro "Bloody Saturday in the Soviet Union: Novocherkassk", publicado en 2001 y en la película de Andrei Konchalovski del año 2020 "Queridos camaradas".
En 1980, los trabajadores polacos sabían lo que podrían llegar a hacer los dirigentes comunistas ante las huelgas obreras. Sin embargo, el movimiento se extendió tan rápidamente entre los trabajadores que Solidarność pasó de ser un sindicato independiente a un movimiento en favor de la democracia y un símbolo de libertad en todo sentido. Sus dirigentes además, inspirados en la resistencia pacífica, se contraponían con estoicismo al despotismo mostrado por las oligarquías comunistas.
Lo mismo ocurría en Checoslovaquia, donde un dramaturgo encarcelado durante años por ser disidente se alzaba en favor de la democracia. Con eso, líderes como Lech Walesa o Vaclav Havel, inspirados en la libertad civil, política y económica, ya habían derrotado moralmente al comunismo.
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