Los modos de producción artesanal y tradicional en todo Chile hacen resistencia a los grupos económicos que amenazan constantemente sus territorios, la cohesión social y la naturaleza con empresas mineras, forestales, pesqueras, termoeléctricas y, en este caso, la Celulosa Arauco.
Cómo apoyar a las economías locales para su autodeterminación y organización colectiva, comunitaria y no asistencialista, que promueva el comercio justo con un desarrollo sustentable es parte de los desafíos que las artesanas de Quinchamalí tienen como organización.
Usar palabras como cultura, identidad, patrimonio, tesoros humanos vivos, no pueden ser sólo una apariencia institucional sino una activación humana y de bienestar, no de mendigar.
Entre el 2 y 10 de febrero se celebró la 30ª versión de la Feria de la Greda en Quinchamalí, en la nueva Región del Ñuble, donde estuvieron presentes alfareras y otros artesanos y artesanas ofreciendo productos como, mermeladas, plantas, tejidos y comida para los asistentes.
Quinchamalí se ubica a 30 kilómetros al Sur oeste de Chillán por la autopista del Itata o por la Ruta N-66-0. Esta localidad se caracteriza por la presencia de numerosas artesanas y artesanos, en su mayoría mujeres, que entregados al oficio de la alfarería, se dedican a la transformación de la greda, como materia prima principal, a piezas únicas y artesanales reconocidas por su color negro y con decorados de flores blancas. Su oficio les ha sido reconocido al ser declaradas, el año 2014, como Tesoro Humano Vivo.
En esta versión de la Feria, quedaron en evidencia algunos problemas que quedan dando vuelta y que son importantes de reflexionar para el futuro próximo.
El primero de ellos es la baja asistencia y participación de público tanto de los mismos habitantes del lugar como de fuera de Quinchamalí (por ejemplo Concepción, Chillán, Coelemu). La falta de actividades vinculantes con la comunidad local, sumada a la baja conectividad que posee este territorio, son dos de las razones que explican de esta baja concurrencia.
La mala conectividad juega una mala pasada a aquellos que desean llegar al lugar, poseyendo o no auto.
Desde Concepción existe un peaje de $4.180 por la Autopista del Itata o $5.000 el pasaje en bus (ida y vuelta por persona). Desde Chillán es más económico: el pasaje tiene un costo de $2.500 (ida y vuelta por persona).
Sin embargo, la micro sale cada 3 o 4 horas desde Chillán y la mayoría no pasa por el pueblo y deja a casi 1 kilómetro de distancia de la calle principal, lo que se debe recorrer caminando.
El segundo obstáculo que se visibilizó fue la baja difusión de la feria por parte del municipio. No hubo noticias en la prensa local, ni en las redes sociales perteneciente a las organizaciones de cultura, ni radios, nada.
La presencia de la Municipalidad de Chillán se encontraba en el logo del afiche oficial y nada más. Sólo a través de dos páginas en Facebook, correspondiente a la Unión de Artesanos de Quinchamalí y UA Quinchamalí, se publicó el afiche y el llamado a otras artesanas a participar, como las actividades diarias que se iban a realizar, pero de las cuales sólo le siguen 311 personas entre los dos, es decir, el alcance es bajísimo.
Otro elemento a considerar fue que durante toda la semana en que se realizó la feria, no hubo disposición de almuerzos ni colaciones para ninguna de las personas que estaban trabajando. Considerando que la jornada de trabajo duraba casi 10 horas diarias, cada una debía suministrarse su propio alimento, y por lo tanto, implicaba un gasto.
Tampoco existía una locomoción interna que proporcionara el traslado hacia el centro de eventos de cada vendedora y vendedor, los cuales andan cargados y cansados.
¿Cuál es el resguardo que se ofrece a mujeres que han sido reconocidas por las más altas instancias culturales del país como Tesoro Humano Vivo?
¿Cuál es el trato digno para quienes deciden dedicar su vida a este oficio?
Por otra parte, se realizó un "desafío" para las artesanas que consistió en crear una pieza con un motivo particular, "El roto chileno".
Este reto fue financiado por la Celulosa Arauco (firma del Grupo Angelini), la cual tiene una Planta de Celulosa en Nueva Aldea, a 8 kilómetros de Quinchamalí (solo imaginar la contaminación producida). El premio consistió en 150 mil pesos para el primer lugar, 100 mil pesos para el segundo y 50 mil pesos para el tercero.
Estos son los bajos montos que ofrece la empresa que tiene una utilidad anual de 656.637 (mil) millones de dólares, un aumento del 250% con respecto al mismo período del 2017 ( US 187.198 millones)
¿Es un monto razonable para piezas realizadas en tiempo record, que salen del trabajo tradicional, por lo tanto, de alto valor creativo y de un trabajo artesanal fino y de mucho detalle? Lo dejo a su juicio.
Y, finalmente, la ganancia de los diez días promedio por cada artesana oscila entre los 50 mil a los 200 mil pesos. ¿Cuán efectiva es la Feria para ellas?
¿Son rentables los papeleos anteriores, los días de trabajo sin gente que asiste, sin las condiciones laborales mínimas, por una ganancia promedio de 125 mil pesos por 10 días?
Realizar esta Feria podría tener un mayor aprovechamiento, tanto un espacio de cohesión, unión territorial y de cooperación como de potencialidad de venta de quienes participan sin tener que viajar grandes distancias a otras ferias como es frecuente. Pero sin la buena administración de los fondos municipales, sin la colaboración y participación activa de la gente involucrada en las decisiones importantes y sin una sociedad civil que se sensibilice por esta artesanía, difícilmente la calidad de la feria pueda mejorar.
La cerámica de Quinchamalí constituye un referente importante en la construcción de un imaginario de la cultura popular-campesina de la zona centro sur de Chile, siendo fuente de inspiración para diversos artistas a lo largo del siglo XX.
Sus producciones otorgan un componente de diversidad a la nación, reproduciendo expresiones culturales que se basan en el quehacer autónomo, creativo y singular de las alfareras.
Finalmente, es importante reflexionar acerca de cuáles son los desafíos actuales para la preservación del conocimiento y la valorización de estas prácticas alfareras, no sólo en un contexto mercantil, sino también en un sentido propiamente estético y patrimonial. Diversos actores, tanto locales como nacionales, resultan clave en esta labor.
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