¿Te la estás dando? Andas con ese libro porque está de moda; ella, po’, la que lee, bien fome lo que lees.
No ha sido fácil andar con un libro en la mano por mi querido Chile.
Hay una cultura, en nuestra cultura, que no nos deja disfrutar de la cultura. No es común ver a la gente leyendo en público, menos comentando el último libro leído. Esta situación es extensiva a las acciones relacionadas con los llamados eventos culturales clásicos: visita a museos, música clásica, ópera, ballet, bibliotecas, idioma.
Muchas actividades son gratis. Lamentablemente, ese no es el problema. Lo grave es la ideología enquistada en nuestra cultura que nos inhibe ampliar nuestro campo de conocimiento, y lo hace con la herramienta más eficaz para castrar, la burla.
¿Cómo intervenir en la ideología cultural de nuestro país? No tengo la respuesta, pero sí las razones de por qué debería intentarse.
Un país libre de verdad es un país que piensa, donde la norma es que la media tenga una amplia base de información y conocimiento para discernir y argumentar apropiada y oportunamente sobre sus derechos y deberes ciudadanos.
Lo anterior es un argumento funcional. Sin embargo, no hay que olvidar el derecho a disfrutar de la llamada vida cultural clásica, que injustamente es atribuida en nuestro país a la elite.
Para disfrutar, primero hay que conocer, y para ello hay que tener proximidad afectiva y cotidiana. Si nosotros lográramos una habitualidad en las acciones culturales señaladas, esta práctica dejaría de ser una amenaza para el entorno y se convertiría en una costumbre, que transformaría este encierro en una apertura hacia un mundo cultural amplio y diverso que, inevitablemente, nos traería un respiro, permitiéndonos crecer en igualdad de condiciones.
Sería atractivo si algún día escucháramos en la micro frases tales como, ¡interesante lo que estás leyendo!; hay un autor que hace una referencia diferente; bajé un libro de la biblioteca virtual; yo prefiero ir a la biblioteca tradicional; este domingo llevo a los niños al museo; nosotros iremos a un concierto; yo iré a la ópera.
¿Por qué no? Tal vez, algún día.
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