Frecuentemente la televisión muestra gente comiendo. ¿Pensarán los extranjeros que estamos muertos de hambre?
Según los productores de TV, he aquí la cultura. Nos muestran como si fuéramos un pueblo hambriento, insaciable, sumido en la vulgaridad, sin nada que mostrar de nuestro pasado glorioso, ninguna historia que nos enorgullezca, sólo tragaldabas. Eso - según ellos - es lo que caracteriza a los chilenos ya que lo exhiben persistentemente. ¡Qué vergüenza!
Vaya al sur, al norte, a la cordillera o la playa y coma asados, empanadas, sopaipillas, pancutras, causeos, curantos y pichangas en los cuales las materias primas se tiran por cantidades al sartén, a la olla o a las brasas. Nada que ver con refinadas técnicas gastronómicas de los chefs internacionales. Aparecemos como gente hambrienta y primitiva que sólo apetece comer, no tiene una historia de saberes que no sea el sentirse orgullosa de hacer un cebiche o una cazuela, todos los cuales – digámoslo - son platos bastante simples de hacer.
A decir verdad, todo el mundo está así, los hiperkinéticos productores de TV y los opinólogos que ellos mismos han creado, van dándole forma al mundo como ellos creen que debería ser, según sus trasnochados ideales (trabajan hasta tarde para idear esos programas).
En la irónica novela "Ha vuelto", de Timur Vermes, Hitler volvía del más allá y se enteraba cómo estaba el mundo, entonces reflexionaba alarmado: "Nos estamos yendo por el precipicio, pero no nos damos cuenta, porque en la televisión no se ve el precipicio. Ahí se ve un programa de cocinería". Es claro que la reflexión es del escritor y ciertamente su crítica apunta a lo que todos nosotros somos hoy en día. En la pantalla está nuestro espejo.
En la televisión, la cultura está relegada a los horarios de baja sintonía. Lo hacen porque la ley los obliga, como a los niños malcriados que no quieren hacer las tareas. Los domingos, a la hora de la siesta, se transmiten los contenidos para golosos adormecidos que ya no disciernen. A la hora que no hay nada más que mostrar, salen los platos exultantes, jugosos, que hacen babear, pero nada para pensar, nada para reflexionar, nada para la imaginación; no hay que latearse con la vida y obra de héroes añejos y aburridos, porque eso da más sueño. Seguramente los productores creen que la cultura debe ser chistosa.
Y así nos sumergimos en esta cultura transparente, que detrás de los escenarios pomposos, nada queda. Están llenos de hermosas mujeres y seductores varones que hablan en forma divertida sin aportar nada. Enrique Lafourcade decía que se comportaban como borrachos, hablando todos al mismo tiempo.
Ellos pretenden establecer las buenas costumbres, muchas veces, con un lenguaje soez, abordando temas lujuriosos, inmorales, vulgares y deshonestos. Todo bajo la mirada serena y complaciente del honorable Director del canal, quien suele ser un profesional culto, que ha recorrido todo el mundo, que se desempeña en ambientes sofisticados, aparentado una sobriedad y prestancia a toda prueba.
Y como decía un antiguo programa humorístico, ¡y de cultura, seguiremos hablando en el próximo programa!
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