Según datos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, la artesanía es un sector altamente feminizado. Solo en la plataforma Chile Artesanía, del total de personas registradas (4.384) hasta abril de 2022, 74% son mujeres.
La participación de mujeres en artesanía no sólo se remite a la ejecución de los oficios, sino que también juega un rol preponderante en la trasmisión de estos, tanto en su dimensión técnica, como también en la trasmisión de los múltiples significados que pueden tener estos artefactos en las comunidades y que no se dan de manera aislada, sino asociados a otros usos culturales que son parte de su identidad.
Hace unos días, en la víspera de las marchas que conmemoraron el 8M, la artesana textil aymara Gladys Huanca realizó un taller de hilado en pelo de alpaca, en el Centro Cultural Montecarmelo, en donde Artesanía UC realiza talleres gratuitos todo el año. Ante un grupo de mujeres de la comuna, Gladys explicó la preponderancia que tiene para su pueblo el traspaso que hace la mujer de la cultura, que en su formación desde muy niña incluyó aprender el oficio textil, y también una serie de saberes asociados a este conocimiento. Esto incluye el hilado del pelo que se obtiene de camélidos sudamericanos, diversas estructuras para tejer la fibra (utilizando las manos y diferente tipo de instrumental entre los que encontramos el telar de cintura, estaca, cuatro pedales, entre otros), y el complejo arte del teñido, que en el caso de Gladys incluyó el conocimiento de los tintes naturales, pero también y sobre todo el teñido artificial que maneja con maestría y que hoy le permite conseguir paletas cromáticas tradicionales y de innovación con productos sostenibles y poco agresivos con el ecosistema, a veces más inocuos que usar material vegetal, escaso en el Altiplano, por ejemplo.
Entusiastas y emocionadas, las mujeres que asistieron al taller escucharon y ejercitaron el oficio ancestral del hilado. Mujeres urbanas, que quizás no conocen las alpacas y que no se dedicarán a la creación textil como una forma de vida y supervivencia, como lo hizo Gladys cuando tuvo la necesidad. Sin embargo, todas tienen afinidad y sensibilidad por el oficio textil desde lo doméstico.
Y es que en los entornos urbanos y domésticos aparecen también con fuerza los oficios, quizás no con la potencia y permanencia en el tiempo que tienen las artesanías indígenas y/o tradicionales que recrean conocimientos que se han traspasado de generación en generación desde hace muchísimos años, pero que no por eso dejan de cumplir funciones sociales importantísimas.
A veces miradas como una producción menor, las manualidades -como denominamos a objetos producidos a mano, que no incluyen transformación de la materia- que son de rápida adopción, y emulan tradiciones introducidas o son producidas con fines terapéuticos por colectivos como centros de madres o juntas de vecinas, o por mujeres individuales como recreación o expresión de cariño para su familia, son también artesanías. (Es cierto que a veces pueden quedar fuera de ejercicios curatoriales cuando el marco exige mayor tradición, pero no por ello dejan de ser parte del universo de la producción artesanal).
Algunas de estas formas de artesanías que pueden vivir anónimas en nuestros espacios domésticos, se han convertido en la voz y testimonio de dignidad de las mujeres en diferentes momentos de las historias personales y también de los países.
Las arpilleras realizadas por mujeres cuyos padres, esposos, hermanos e hijos sufrieron graves atropellos a los derechos humanos durante la dictadura militar chilena, se convirtieron en una forma de denuncia y también de conseguir recursos económicos para los hogares que habían quedado truncados de manera violenta. Reunidas en talleres, las mujeres bordaban, pero también obtenían apoyo y contención.
Bordar arpilleras se ha convertido en un lenguaje de expresión de colectivos activos en la actualidad, como Memorarte que "borda para incidir", como ellas mismas expresan, mientras en sus obras denuncian las crudas realidades del ex Sename o la violencia machista contra las mujeres.
Así mismo, las mujeres de la población El Barrero, en Huechuraba, sacaron adelante a sus hijos y familia confeccionando vestiditos de niñas y guaguas que utilizaban el punto smock en los detalles (bordado de tradición inglesa que surge en el siglo XVIII para dar elasticidad a la ropa de los trabajadores), que fueron populares en los 80s y que hoy siguen produciéndose por un grupo reducido de ellas.
Quién podría detenerse a pensar en la transformación de la materia, cuando muchas de estas artesanías han colaborado en la trasformación de personas, de procesos, de países...
Podríamos seguir nombrando grupos de mujeres que desarrollan manualidades con identidad local y poder transformador, sin embargo, seguramente quien lee ya identificó en su familia, barrio, localidad a una mujer o grupo de mujeres, quienes a través de oficios manuales consiguen sacar la voz, expresarse, encontrarse con otras y consigo mismas, conseguir independencia económica y dignidad.
Cuando el 19 de marzo se celebre el Día Internacional de las Artesanas y los Artesanos, pensemos en todas las formas de hacer manual y festejemos la gran diversidad de tipos de artesanía que existen. Visitando los lugares en que podemos encontrarlas. En los espacios de exhibición y comercialización que siempre son escasos, pero que existen; y también en esos espacios domésticos que han sido invisibilizados, pero desde donde también las artesanías surgen y transforman.
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