Desde tiempos lejanos, ya a fines del siglo XIX, durante todo el siglo XX y hasta ahora en el XXI, en sociedades con organizaciones políticas -agrupaciones, coaliciones, movimientos y partidos- y con procesos electorales habituales, periódicos y regulados, la interrogante de qué es más complejo o difícil, la administración de una victoria o analizar causas de derrotas, es muy recurrente y surge post factum, es decir, ya con resultados definitivos e indiscutidos.
Dicha cardinal interrogante tendría inmanente aplicación, para todo el transcurso electoral chileno, desde 1989/1990, con muchas situaciones que sería notable diseccionarlas, viendo conductas de los integrantes de la llamada "clase política" (Gaetano Mosca, 1938), acepción distorsionadora y algo nefasta, para posibilitar análisis autocríticos, desprendidos, honestos, nobles y sinceros. Sí revelan bajezas, debilidades, egos y orgullos de seres humanos; ajenos a lo cotidiano de anhelos, desafíos, necesidades, sentimientos, sufrimientos y vidas populares.
La reciente elección primaria presidencial, del domingo 29 de junio de 2025, de la coalición política denominada "Unidad por Chile", es un buen caso, desde la Ciencia Política, para aquí adelantar algunas reflexiones analíticas preliminares, tendientes a obtener enseñanzas con una mirada de futuro -que ya es hoy-, en relación directa con lo enunciado y los resultados. Actitudes y conductas de victoriosos/as y de derrotados/as son contrastantes y reveladoras.
Ciertamente, Jeannette Jara Román, amplia y nítida ganadora de dicha primaria, y quien es abogada y administradora pública, gracias a sus continuados y finalizados estudios en la Universidad de Santiago (Usach); exministra y exsubsecretaria de Estado, y, militante del histórico Partido Comunista, desde su ingreso en esas conocidas Juventudes Comunistas (JJ.CC.), tiene el gran desafío y tarea de administración de una victoria, con el particularismo de tratarse, quizás, de una (su) victoria personal y política, al interior de coalición ya referida.
En más de una ocasión, en su corta campaña de solo dos meses y 21 días, ella se refirió a la imprescindible y necesaria "unidad social y política" (cómo no recordar a ese político que no fue considerado a tiempo, el visionario Radomiro Tomic Romero, en 1969/1970) del pueblo. Se trata de un sabio punto de partida político, para quien ya es la candidata presidencial de una coalición unitaria de 8 partidos, incorporados todos como pares y representados por sus 5 presidentes y 3 presidentas, constituyendo la denominada "Mesa Política" de conducción.
Sin duda, su vasta experiencia de gestión gubernamental, a nivel ministerial, y con contactos y diálogos con el poder legislativo -para diseñar y lograr la aprobación de leyes cruciales-, y su vínculo permanente con la base social, y los dolores, pesares y vivencias populares, la han dotado virtuosamente para avanzar muy bien en ese gran desafío y tarea de administración. La disciplina colaborativa -pensada, real y reflexiva, ante cada conducta, declaración, gesto, paso y/o vocería- de todos los y las integrantes de la coalición, a ese más alto nivel político dirigencial, pero también a nivel de parlamentarios y otros dirigentes, será cardinal y crucial, para no perjudicar liderazgo político de la candidata presidencial. Elementos constitutivos para alcanzarlo y mantenerlo, desde el punto de vista de la Ciencia Política: la oportunidad y la personalidad. Esta conjunción histórica, ocasional y virtuosa que, otros y otras la tuvieron, la desaprovecharon y perdieron en desatinadas acciones, conductas, declaraciones y gestos, extraviados de un buen criterio político, incluso en elección primaria. La candidata victoriosa, al contrario, fue y es un excelso caso-ejemplo de lo bien adquirido, internalizado y logrado.
Esos o esas que han errado no conocen lo que es una buena estrategia indirecta, tanto en actividades políticas como militares y otras: "firmeza en los objetivos; amplia flexibilidad en las posibilidades tácticas, y, sorpresa en la ejecución" (general André Beaufre, 1963). Casi la mayor falencia, en la política, se da en la segunda característica, ante conflictos, debates y discusiones recurrentes: ocurrió en campaña primaria con conocidos políticos. A no repetir.
Por ello, los ocho dirigentes partidarios políticos, como máximos responsables, tienen que ser coadyuvantes a dicho liderazgo político de Jeannette Jara Román: no ser intervinientes, obstaculizadores o perturbadores, aprendiendo que, en actividad política, muchas veces, es mejor un prudente silencio, antes que apresuradas comparecencias y respuestas televisivas. Por lo tanto, no ser atrapados ni cooptados en absurdas, falsas e irracionales polémicas. Y ya cuando intervengan y respondan, siempre estén pensando en el pueblo trabajador, los más desposeídos, los pobres de ciudades y campos, y el soberano popular; no se dirijan, en lo posible, a conocidos y recalcitrantes opositores políticos: es perder el tiempo en campaña.
Cuando sí intervengan, antes piensen, y ¡no apelen a eso de que "me sacaron de contexto"! Deben aceptar y entender que, en estos meses, no son los protagonistas: la candidata lo es y deberá serlo. Y solo así, se podrá ir avanzando, aun con contextos épicos, ese camino que ella simboliza y sintetiza, bajo un emotivo juicio de síntesis: de Conchalí a La Moneda. Ella lo ha podido y puede afirmar y sostener, ante cualquiera, desde sus propios ojos y con su vida.
Creo que, considerando, adecuada y oportunamente, conductas, sugerencias y vivencias ya señaladas, y enmendando y no repitiendo errores, la administración de una victoria, en esta ocasión única, podrá ir haciéndose bien cotidiana y semanalmente, en su decurso ulterior. La elaboración programática colectiva de la coalición será ya una prueba cardinal. Reto unitario estratégico: cómo aceptar conceptos, lenguajes, metas y planes no totalmente compartidos.
Versión consensuada y resultante del programa, deberá difundirse amplia y masivamente.
Obviamente, desde mi personal interés profesional, en la esfera de la Política Exterior y las Relaciones Internacionales, sin duda, aflorará aquello. Solo me arriesgo a anticipar que, en la coalición, no es ni sería concebible que existan aquellos/as que en política interior se dicen o se sienten de avanzada, de izquierda, partidarios de cambios estructurales y "progresistas"; pero que, en política exterior son conservadores, de derecha, "mercuriales" y reaccionarios. Esta especie única de homo sapiens chilensis, emergente con especial énfasis desde el 2000, no calza ni cuadra con una coalición de "Unidad por Chile". Es imposible conciliar lo descrito, con el apoyo de algunos, v.g., a Israel judío sionista, ante su genocidio del pueblo palestino. Lo mismo rige con afán enfermizo de inmiscuirse en asuntos internos de otros países, ya sea caricaturizando, clasificando, demonizando, nominando y "pontificando" a sus gobernantes y pueblos; no aceptando la existencia -admitida por las Naciones Unidas, en su Carta fundacional- de "sistemas sociales y políticos diferentes".
Ahora, un breve análisis de dos derrotas, según mis aproximaciones políticas reflexivas. La primera es la del anticomunismo. Este es una oposición ideológica, política y hasta social al comunismo, en tanto doctrina con principios y valores, y como organización política bajo la denominación de partido político constituido. Y sus alcances se extendieron, desde el término de la Segunda Guerra Mundial, hacia las relaciones internacionales y los países en que se constituía como partido político, o se le permitía constituirse como tal abiertamente.
Chile no fue excepción en nuestra región, y en particular, desde 1948, con promulgación de represiva "Ley de Defensa Permanente de la Democracia", conocida popularmente como "Ley Maldita", se fue ahondando y expandiendo dicho anticomunismo. Paralelamente, se fue insertando con un simultáneo antisovietismo, hoy como rusofobia, ambos aún vigentes, concentrados en variados círculos dirigentes elitarios, empresariales, políticos y societales.
A nivel masivo popular y del pueblo trabajador, la realidad es distinta, como lo confirma el resultado de la primaria in comento y la militancia de su ganadora, si bien el anticomunismo estuvo presente, pero puesto en debate político por candidata del llamado "progresismo" y del Socialismo Democrático, mediante agresivas declaraciones.
Estas no solo tuvieron ese carácter, sino que, demostraron un desconocimiento de la arena internacional. En efecto, dicha candidata, derrotada ampliamente, día lunes 16 de junio de 2025 se refirió al Partido Comunista, afirmando que "donde ha gobernado en el mundo los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza". Craso error, ya que son muy pocos los países "donde ha gobernado" ese partido (ella no nombró ninguno); pero sí dónde actualmente gobierna, República Popular China y República Socialista de Vietnam, casos más relevantes, centenares de millones de sus ciudadanos y habitantes han salido de la pobreza, han ascendido socialmente, y se encaminan felizmente hacia un buen vivir en este siglo XXI.
Y la misma candidata, en otro traspié de su campaña, afirmó vehementemente: "No acepto que se me ponga el título de anticomunista". Una errática conducta declarativa, sumada a otras anteriores de clara exclusión política: de persona para competir de candidato presidencial o del Partido Comunista para encabezar gobierno. En suma, quien puso y/o reactualizó tema, enfatizado por lo periodístico-polémico, contribuyó muy bien a derrota del anticomunismo, como latente oposición ideológica, política y social.
La segunda es la derrota del "progresismo". ¿Cuál sería una causa? Es ambiguo e impreciso. Esta expresión, sobre un partido político, refiere a que propugna el desenvolvimiento de las libertades públicas, y lo perteneciente o relativo al partido. "El progreso ya no es esperanza, sino un hábito. Se ha desgastado por el uso" (Fernando Savater en "Contradicciones del progresismo". UDP. SCL. 30 abril 2009.) Políticamente, definirse como parte del progresismo o como progresista, poco dice, más allá de un lugar común. Hoy cualquier partido político o todo ser humano, se puede definir como tal, legítimamente. Raro es ya no ser ¿progresista?
Imagine el lector a un elector del mundo popular urbano y/o campesino rural, consultado o encuestado, en el mismo día electoral, diciendo: "Voy a votar por el progresismo, porque soy progresista", u otro diga, "votaré por el Socialismo Democrático". Serían unas curiosidades del anecdotario noticioso, nada más. Y sí, de su clara derrota. Así, sugiero que esa expresión "progresismo" no se use y abuse en campaña: no define, no diferencia, no identifica ni suma.
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