Coescrita con Constanza Schapheer, doctora en Ciencias Silvoagropecuarias y Veterinarias y académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile
El Día Internacional de la Conservación del Suelo, que se celebra todos los años el 7 de julio, fue establecido oficialmente en 1963, en conmemoración del fallecimiento del Dr. Hugh Hammond Bennett (1881-1960), considerado el padre de la conservación de suelos. Si bien los especialistas tienen claro hace más de 60 años cuál es la importancia de conservar este recurso, es muy poco lo que el público general sabe acerca de la enorme biodiversidad que albergan los suelos y la importancia que éstos tienen para la vida en la Tierra.
La vida en nuestro planeta se originó hace 4.200 millones de años, y durante gran parte de este periodo sus habitantes eran en su mayoría microorganismos. Con el pasar del tiempo la vida empezó a tomar diversas formas y evolucionaron las formas más reconocidas de biodiversidad como hongos, animales y plantas. Por otra parte, los humanos llegamos hace un suspiro geológico de 250.000 años y prosperamos durante el Holoceno, un periodo que podríamos considerar una especie de jardín del Edén, que trajo consigo temperaturas benignas, aumento del nivel del mar y una serie de eventos que permitieron la expansión de nuestra especie.
A pesar de que la degradación del planeta por parte del ser humano está bien documentada desde comienzos de la Revolución Industrial (aproximadamente en 1850), la degradación del suelo comenzó mucho antes. Existen registros que indican que en Europa el deterioro del suelo comenzó a partir del Neolítico (10.000 a.C.), continuando intensamente durante la Edad del Bronce y la edad media, con un periodo de degradación extrema durante la primera mitad del siglo XIV, como consecuencia de la quema de grandes extensiones de territorio con el objetivo de transformar bosques en tierras de cultivo.
Esto último es sumamente relevante, dado que nuestra especie depende fuertemente del suelo, de hecho, si vamos a la etimología de la palabra humano nos encontramos con que significa algo así como "el que proviene del suelo". Este ecosistema es nuestro sustento, no sólo físico, sino que provee de los nutrientes necesarios para la producción de alimentos, así como también es fuente de recursos biotecnológicos como antibióticos, contribuye al secuestro del carbono atmosférico, mantiene importantes reservas de agua, es hogar para los microorganismos responsables de los ciclos del nitrógeno y el carbono y como si fuera poco alberga al 60% de la biodiversidad de la Tierra. En simple, sin suelo no hay vida.
Lamentablemente se estima que en el último milenio, malas prácticas de manejo han causado cambios significativos en aproximadamente el 75% de la superficie terrestre, lo cual ha mermado la capacidad del suelo para mantener procesos clave para la supervivencia humana.
Esto nos plantea, además de la urgente necesidad de proteger los suelos, el gran desafío de ser capaces de comunicar la importancia del suelo para la vida en el planeta. Esto es lo que se promueve a través de las Soluciones Basadas en la Naturaleza, las cuales son definidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como acciones para proteger, gestionar y restaurar ecosistemas naturales para que puedan continuar brindado beneficios tanto para el bienestar humano como para la biodiversidad.
Dicho esto y entendiendo que un suelo sano es la columna vertebral de la sostenibilidad, ¿qué es lo que deberíamos saber del suelo y su funcionamiento natural para mantener su salud? En ese sentido, hace falta mirar un poco a nuestro alrededor y preguntarnos por ejemplo, ¿cómo es el suelo de un ecosistema nativo?, ¿cómo funciona?, ¿qué organismos están presentes? Afortunadamente, en las últimas décadas el conocimiento científico en relación al suelo ha aumentado drásticamente, tenemos herramientas y metodologías que nos han permitido contestar gran parte de estas preguntas, abriendo las puertas a un mundo fascinante, lleno de vida, de interacciones, de colaboración. Ahora nos toca seguir investigando, enseñar, comunicar y tomar las riendas de la situación actual, poniendo en práctica los saberes que hemos sido capaces de construir como especie y ponerlos a disposición del desarrollo, sin nunca olvidar que nuestra supervivencia y prosperidad depende del bienestar de la naturaleza.
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