Se necesita que a la infancia se le permita soñar, no con lo esencial, ni lo fundamental. Se demanda que la niñez vaya sembrando lo que no está, imaginando el futuro pletórico de oportunidades. Y no se trata de ser fantasioso, vanidoso ni presuntuoso, sino de ver metas a largo plazo que con el acompañamiento necesario y el apoyo requerido para que ese potencial se pueda convertir en proyecto de vida. Esto es parte del progreso y aprendizaje que debe permear la escuela a sus estudiantes.
El proyecto de vida nos vislumbra lo que queremos ser y qué necesitamos para alcanzarlo. Si ambicionamos hacer pan, debemos saber cuánto de harina vamos a poner, lo mismo para el agua, la sal y más. Ya que en estas indicaciones yace el sabor y la crocancia de un rico pan, de esos que nos transportan en recuerdos y nos alimentan las nostalgia.
El saber a dónde van nuestros sueños nos entrega dirección y sentido, como cual avezado panadero debemos conocer nuestros ingredientes, nuestros deseos y anhelos para refugiarlos y posteriormente entregarnos a ellos en libertad.
En 2024, se registraron 47,509 estudiantes desvinculados del sistema escolar. ¿Cuáles eran sus sueños? No lo sabremos, fueron más de 40 mil porvenires que por alguna razón dejaron de imaginar, de crecer con otros en el ambiente protegido de la escuela, porque ante todo el colegio es para crear en colectivo y para el colectivo, y dentro de esto llevar a lo tangible la construcción de lo personal y lo grupal.
Entonces ansiar y tener proyecto de vida son dos necesidades principales y cardinales en el desarrollo integral del ser humano, nos entregan la motivación para seguir adelante ya que nos da sentido y propósito. El siguiente paso de imaginar y soñar es ir en la conquista de aquello que queremos y acá seremos claros, no solo buscamos el éxito profesional ni la elección de la mejor carrera, hablamos de anhelos mayores, del sentido de plenitud.
Que la infancia sueñe, se arroje a los deseos venideros y que nunca se duerma sin querer despertar, que vivan con propósito, disfrutando del proceso, que puedan tener espacios para sentirse parte del todo, que esas 40 mil incertidumbres sean el día de mañana nuevas certezas.
Como escribió Viktor Frankl, "aquellos que tienen un 'por qué' para vivir, pueden soportar casi cualquier 'cómo'".
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