Un hito en la historia del conocimiento sucedió la semana pasada. Presenciamos la primera imagen de un agujero negro que confirma la teoría de la relatividad general de Einstein, esfuerzo mundial sin precedentes en el que participaron 200 científicos buscando develar uno de los más grandes misterios del universo.
Un evento de tal magnitud que no sólo convocó el interés de la prensa, también ha sido parte de nuestras conversaciones de sobremesa, y en esta ocasión, con un tono especial. Los asuntos de la ciencia, y en particular los del espacio, desde hace tiempo en Chile han adquirido un cariz renovado.
Asistimos al boom del consumo astronómico a través de una amplia oferta de documentales, tours en observatorios, charlas y libros que buscan acercarnos a la comprensión del cosmos.
Un auge que curiosamente ha sido protagonizado por un profesor. Un Premio Nacional de Ciencias Exactas que ha destellado en el firmamento mediático criollo y su luz nos acompaña con inusitada intensidad.
José María Maza Sancho, es el rockstar del momento. Un astrofísico que convoca a miles de personas en sus charlas de astronomía, éxito de ventas en las librerías y partícipe de incontables entrevistas en los medios.
Tal es el furor por el profe, que se espera sea el “telonero” del eclipse solar total de julio de este año en la cuarta región, en un evento dirigido a cientos de entusiastas cuyas mentes estarán atentas a las palabras del maestro, quien, con su ya distintivo estilo, nos imbuirá en la magia del universo como si escucháramos un cuento.
Un fenómeno curioso, porque, entre diversos saberes científicos, hemos elegido fascinarnos por el espacio y las estrellas. Y no sólo ello, también por las palabras de un profesor septuagenario.
¿Qué hay detrás de la moda del cosmos y del “profe Maza”?
En un mundo donde se han perdido las certezas y nos invade la sensación de vacío, una necesidad profunda de inspiración y guía nos embarga. Los tiempos hiper modernos nos abruman con su liquidez; el reino de lo desechable, lo ligero, la inmediatez, la competitividad y la obsolescencia, ha generado un estado anímico nostálgico en las personas que profundiza nuestra sensación de separatidad.
Buscamos así aliviar el sinsentido, la rutina, la falta de tiempo. Muchas veces con comportamientos superficiales, saturación de selfies, compras y juerga. En otras, con caminos más profundos. El consumo banal encuentra su contrapunto en el consumo poético, aquel que nos brinda un respiro del agobio, aunque sea ilusorio. Al mercado místico de hoy se suma el mercado de la astronomía, cuyo carácter sublime cautiva nuestras almas.
Porque, al mirar las estrellas miramos nuestro futuro y nuestro pasado. Aquello que nos supera y nos contiene, la fuente máxima de la vida, la fuerza más sobrecogedora que pueda existir. Nuestra lucha contra thanatos. El sentido de todo en forma de constelaciones, galaxias, soles y cometas.
Pero este consumo poético más allá de su sentido existencial, no sería el mismo en Chile sin la figura de un hombre como el profesor Maza. Podríamos escuchar en voz de cualquier otro científico la misma información que él nos narra, incluso con el mismo tono pueril que utiliza en su infinita paciencia y empatía con nuestra ignorancia, y el efecto no sería el mismo.
En realidad, no sólo la poesía del universo es la que nos alivia, sino también escucharla en los versos de un maestro. Aquel que nos da certezas, aquel que nos guía. El que sostiene el faro que nos ilumina.
Y es que José María es más que un divulgador científico. Su éxito radica en que representa algo que ya no existe. La luz de una estrella que ya ha muerto. La estrella de la figura del maestro.
Los sabios están desapareciendo. Son vestigios de una era en que formaban espíritus, carácter e intelecto, inspiraban pasión, despertaban el alma.
Hoy, lo que abundan son los gurúes de “un yo como proyecto”, ejecutivos que nos enseñan a “gestionar nuestra identidad”, marionetas de un capitalismo satisfecho de sí mismo, utilitario y falaz.
Como señala Gustavo Dessal: “La lógica de la vida líquida también ha disuelto la cercanía del maestro, esa figura que durante siglos fue una referencia imprescindible en la aventura del saber, y que la hipermodernidad ha condenado al vertedero de los anacronismos.
Hoy en día, la degradación del saber debe mucho a la decadencia del maestro. Un maestro no es simplemente aquel que detenta un saber. No es un experto, tal como acostumbramos a concebir en la actualidad a los representantes del saber.
Un maestro es quien sabe conservar vivo el espíritu socrático de la pregunta, y su enseñanza consiste en darnos la mejor prueba de su amor: lograr que aprendamos la única lección magistral que nos pone en el camino de un saber verdadero, y que consiste en percatarnos de que ninguna palabra puede decir toda la verdad”.
La nostalgia por el maestro es profunda. Anhelamos la luz del sabio. Sufrimos su partida.
¿Estamos solos en la oscuridad?
El profe Maza nos mira con ternura.
Sonríe y nos dice…
Tranquilos. El faro somos todos nosotros.
Ustedes también son polvo de estrellas.
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