La lectura es un arte que más que enseñarse, se transmite. Y el espacio familiar sigue siendo el más frecuente. Podremos, si nos apropiamos, contar con un valioso espacio para organizar nuestra propia historia y transformarla. Para construir y a veces reconstruir lo que somos y fuimos.
El próximo domingo 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. Esta conmemoración fue propuesta por la Unión Internacional de Editores (UTE), y presentada por el gobierno español a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). En 1995, se aprobó proclamar cada 23 de abril el "Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor".
En Chile según datos de la Encuesta Nacional De Participación y Consumo Cultural (2013), la cifra que señala haber leído al menos un libro durante el último año alcanzó un 47%. Y un 4,8% de los encuestados dijo nunca haber leído un libro voluntariamente en su vida.
En el mismo estudio casi un tercio de la población urbana de 15 o más años (31,3%) había comprado al menos un libro durante los 12 meses previos a la consulta, excluyendo los textos escolares.
Respecto a personas que declararon haber leído un libro en el año previo a la consulta, quienes tienen educación básica incompleta (27,8%) se ven casi triplicados por quienes tienen educación universitaria completa (77,8%). Lo mismo sucede con el nivel socioeconómico en relación al haber leído al menos un libro en el periodo en cuestión: solo el 29,8% del segmento E declaró haberlo hecho, frente al 44,3% del grupo D y al 70,3% del ABC1
Interesante también las razones para tener un nivel de lectura menor. Las principales son “No le Interesa o no le gusta” (33,3%), “Falta de tiempo” (33,2%) y “Falta de costumbre” (17%), y Falta de dinero solo un 3,5%, a pesar de profusa crítica respecto al cobro del IVA: y no obstante que ocho de cada diez chilenos residentes (79,1%) afirmó que el cobro por comprar libros en Chile le parecía “Muy caro” o “Caro”. Chile aparece como uno de los países donde menos se compran libros, con un 35%. Muy lejos del 57% de España o el 56% de Argentina, aunque sobre el 32% de Colombia y el 23% de Perú.
En términos de la posesión de libros en el hogar, poco más de un cuarto de la población urbana de 15 o más años dijo tener entre 1 y 10 libros, mientras que un 39,7% declaró que poseía entre 11 y 50 libros. Un quinto de la población señaló tener más de 50 libros en su hogar.
En relación a estudios comparados, llama la atención uno realizado por Cerlac-Unesco (2012) midiendo los hábitos de lectura en seis países de Latinoamérica. Luego de los argentinos (70%), los chilenos aparecen como los que más libros leen en la región: un 51% dice hacerlo con un promedio de 5,4 libros al año. Sin embargo a diferencia de ellos el leer en forma voluntaria y/o por gusto solo llega al 7% mientras en Argentina y Brasil es un 70% y 47% respectivamente.
Un 56% de los chilenos dice leer en su hogar, contra el 93% de los brasileños y el 80% de los peruanos. Al contrario, un 55% de los chilenos lee en clases, contra 47% de mexicanos y el 33% de los brasileños. El estudio de la U. de Chile y el Consejo de Cultura que usó la Unesco para este informe, dice que el 35% de los lectores chilenos lo hace por razones académicas, un 26% para informarse y un 12% para perfeccionarse laboralmente. Finalmente en último lugar está consideraciones recreativas y de gusto: 7%.
Estas cifras reflejan lo mucho que queda por hacer para elevar y afianzar los niveles de lectura de los chilenos. Existe variada literatura, estudios y sentido común acerca de los beneficios de un buen hábito de lectura. Estas expectativas se ven reforzadas si lo hacemos por placer o por gusto.
Un estudio realizado por el Fondo Nacional de Alfabetización del Reino Unido, titulado Leer por placer, el doctor Stephen D. Krashen, autor del libro El poder de la lectura, afirma que cuando los niños leen por gusto, forman, casi involuntariamente, casi todas las llamadas habilidades de lenguaje. Los procesos cognitivos están íntimamente ligados al lenguaje, además de permitir el desarrollo y uso de analogías y relaciones lógicas; así como el procesamiento de la información y generadora de otras competencias tales como el análisis, la imaginación, la deducción, la lectura de códigos, símbolos, entre otras.
Al contrario cuando los niños leen por obligación, por ejemplo para una calificación escolar solo lo hacen de forma utilitaria, extrayendo lo central por lo que consideran serán evaluados. Desembocando tarde o temprano en aburrimiento.
En adultos también el hábito de lectura ayuda a evitar o retardar el envejecimiento cognitivo: ejercitar nuestra capacidad de memoria y estimular la conectividad neuronal en nuestro cerebro, efecto que puede durar varios días según diversos estudios.
El hábito de lectura es también un importante aliado de nuestra salud mental. Algunos expertos para depresiones moderadas o iniciales, hablan por ejemplo de la posibilidad de la biblioterapia. Donde una de las opciones prescriptivas sea también la posibilidad de leer un libro, donde nuestra receta no irá a una farmacia sino a una biblioteca
Esta iniciativa apunta en forma intuitiva a algo más estructural. La lectura y su hábito lo que permiten es tramitar algunas de nuestras emociones más conflictivas, como lo son aquellas donde hay una fuerte presencia de ambivalencia en ellas. Y esto mediante el desarrollo de nuestra capacidad de simbolización, de poder procesar aquello que nos pasa internamente. Sublimar nuestros impulsos por ejemplo, y que estos no pasen necesariamente al acto. Un déficit de nuestra capacidad de simbolización provocará una disociación de nuestras necesidades y sus posibilidades emocionales, negando los aspectos psíquicos comprometidos.
La lectura es una importante ayuda en este sentido. El aumento de nuestro vocabulario por ejemplo, no solo tiene el significado aristocrático de expansión de nuestra cultura, así como una enciclopedia. En vez de recompensar a los niños mediante alimentación por ejemplo, asociando el afecto y reconocimiento a la gratificación oral, en un país en donde el sobrepeso infantil tiene niveles alarmantes, el libro puede ser un elemento que diversifique nuestras gratificaciones entregadas.
La lectura no es solo una actividad para acompañar la vida espiritual. Es también lo que permite reconocer nuestras emociones por una mayor dotación de distinciones lingüísticas. Explicarlas y comunicarlas. Recrear un espacio donde intercalar nuestra propia historia, con sus miedos, ansiedades y expectativas entre sus líneas. Ligar nuestros afectos a sus representaciones originales y no desplazadas, que es lo que producen muchas de nuestras principales dificultades anímicas.
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