Un 29 de marzo de 1985 los hermanos Vergara Toledo, corren tras realizar una acción de propaganda armada por los pasajes de la Villa Francia. 29 de marzo de 2000 nace Pablo Chill-e, para hoy correr por los techos de Puente Alto haciendo parkour.
“Los flaite y los domi haciendo money” no es la radio, son dos niños cantando en pleno Transantiago interrumpiendo la prédica del señor, en boca de dos tipos terneados.
Ambas canciones son insignes del boss del trap en Chile, Pablo Chill-e. El impacto e inserción del oriundo de Puente Alto no es reciente, por lo menos hace dos años viene pegando en gran parte de la niñez y juventud pobladora, esto responde al contenido explícito de sus canciones pues retrata, “el Chile feo”.
En esta línea, cuando me refiero a la niñez y juventud pobladora, es con una calificación clara, sectores empobrecidos, en donde artistas como Pablo Chill-e, juegan un rol en aquellos y aquellas que han vivido un proceso de producción social, no es casual que estén ahí, ya sea por sus distintas pertenencias sociales, de clase, de género, de raza, de ubicación geográfica y cultural.
No es menor que se atribuya el mensaje y relato de una sociedad que no queremos ver, de la cual él no se debe responsabilizar pues identifica claramente los culpables, en un país donde “los menores se aburrieron de andar pato”.
“Conmigo no te enojes yo soy el que relata”, aclara en una de sus canciones, pues el contexto que viven las y los habitantes de comunas como Puente Alto son los fundamentos que sostienen a Pablo Chill-e, ya que fueron marcadas como el patio trasero de la Región Metropolitana.
Podemos encontrar poblaciones como Bajos de Mena, denominada como el gueto más grande de Chile y más aún, construida en las inmediaciones de un Vertedero. Sin acceso a servicios básicos ni conectividad.
Donde niños y niñas generalmente están solos por las tardes después de la escuela, estableciendo un circuito callejero, pues las extensas jornadas laborales convierten a nuestras poblaciones en comunas dormitorio en donde la ausencia de espacios comunitarios saludables convierte a la calle en el único espacio.
No es menor que los medios de comunicación ahora muestren a Pablo Chill-E pues de paso se folkloriza una realidad catastrófica: balazos, pastillas, falopa y que todas y todos en la pobla anden “chinos”. Que tengamos que buscar cualquier forma para lograrla, bajo cualquier costo.
Este es el contexto, aunque algunas y algunos busquen pasarlo por alto. El contenido explícito de sus canciones, retrata una sociedad que ya no cabe bajo la alfombra, es cierto, Pablo Chill-E nos muestra una radiografía clara de la sociedad. La cual nos invita a interrogarnos ¿porqué no?, si ellos (los de cuello y corbata) también roban.
Ahora bien, lo que me parece preocupante es que esa sea la figura del “ser joven” de población, y no entrar a disputar esta, desde nosotros y nosotras los que habitamos tales territorios y sabemos en carne y hueso que figuras como las que promociona esta escena del trap es también la que tiene a muchos cabros y cabras con la idea de “hacer money”. Sin importar cómo, pero hacerlo.
¿Por necesidad? evidentemente sí, pero reivindicar aquello que nos fue negado y ostentarlo frente aquellos que están en una peor situación, no lo creo, pues replica el ethos neoliberal de este país.
Esto nos evidencia que el periodo que estamos viviendo en términos de referentes en torno a la niñez y juventudes es preocupante.
Más aún, cuando espacios que se posicionan críticos al Chile actual intentan reivindicar esta escena del trap, por su contenido poblacional y crudo, como si esto fuera en la línea de la superación, necesaria, al modelo neoliberal.
Claramente no. Lo queramos o no, cuando su música plantea que, “todos los niños de la pobla a cantar”, en función de acumular dinero.
Admiramos a figuras como Víctor Jara por su mensaje, mientras que a Pablo Chill-E se le admira por lo que ostenta. Lo que trae a colación el comentario que de pequeño escuché en espacios de educación popular en mi población, “cualquiera puede hacerlo, pero no todos”.
Mi interés no es caer en la crítica directa a esta escena del trap, sino que en aquellos que hacen gárgaras e intentar posicionarlos como referentes, sin evaluar lo que ello conlleva y siendo poco críticos con nuestra gestión.
Todas y todos estamos en deuda con la niñez y juventudes de este país, algunos por la incapacidad de posicionar espacios comunitarios que reconozcan en tales niños, niñas y jóvenes su capacidad transformadora, otros por enriquecerse con su sufrimiento y gran parte que no se han inmutado con esta realidad de abandono.
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