El respeto de los derechos humanos descansa sobre condiciones culturales y espirituales para la construcción de la paz. La violencia no conduce a ello, por el contrario, vacía el concepto de derechos humanos e instrumentaliza la legislación y las instituciones vigentes, ya que estas pierden sentido.
En efecto, se requiere de un acuerdo intelectual sincero en lo práctico para conseguir vivir en paz y con respeto entre nosotros. Por lo tanto, la sociedad ha comenzado su decadencia en materia de protección de los derechos humanos. No por la falta de institucionalidad, tampoco por desconocimiento normativo, sino que principalmente por falta de compromiso intelectual con los valores que permiten juzgar los actos que quebrantan los derechos más fundamentales de nuestros ciudadanos.
La escasez de dichos compromisos está, lastimosamente, presente en distintos sectores de nuestra sociedad. Desde los políticos, agentes de Estado, movimientos estudiantiles y muchos otros, que han validado conseguir objetivos políticos o sociales desde la violencia dispuesta a transgredir los derechos fundamentales.
Cada vez más actores argumentan a favor de una cultura contraria a la vida y la discusión social a ratos es caótica. Vimos en noticiarios el flagrante incumplimiento del respeto a la ley de control de identidad (aplicada algunos de manera discriminatoria), como fue el caso de Francisco Martínez en Panguipulli, lo cual escaló el conflicto de desacato a la autoridad policial hasta la legítima defensa por parte de la policía que intentaba reducirlo, muriendo en el acto. A guion seguido la quema de prácticamente todos los edificios de reparticiones públicas en dicha comuna y acciones violentas en contra de Carabineros. ¿Quemar la ciudad e intentar hacer el mayor daño posible a las fuerzas policiales para hacer justicia a Francisco es el camino para una mayor justicia social y una mayor protección de los derechos fundamentales?
Por otro lado, en los viernes de revuelta social, hemos sido testigos del "odio" a los policías, ya que las turbas demuestran la voluntad, grabadas por ellos mismos, de realizar todo el daño posible a dichas fuerzas, arrebatarles la vida si se pudiera. ¿Heroísmo o épica de una sociedad que avanza hacia permitir las condiciones intelectuales y espirituales para el respeto de los derechos humanos?
En los hechos, a pesar de tener instituciones dedicadas a la promoción de los derechos humanos y una enorme legislación al respecto, las evidencias nos indican que se ha roto entre nosotros la convicción en los valores que permiten ejercer y respetar los derechos humanos. Esto era esencial para reconocernos, y comprender maduramente la dignidad de las personas y de la sociedad, ya que este no es un asunto relativo y tampoco dogmático, sino uno práctico en los valores de convivencia que nos permitan el respeto mutuo.
En tal sentido, como lo señaló Maritain, si la ley no está inscrita en el corazón pierde sentido y se interpreta más como una camisa de fuerza en beneficio de algunos, abriendo el camino hacia la insensatez y desprecio social.
Por cierto, cuando la ley es injusta no es ley, abriendo el camino a necesarias transformaciones y reformas como en Chile se hacen absolutamente necesarias. Sin embargo, cuando se pierde el mínimo de amistad cívica y de respeto en los valores que permiten observar los derechos humanos, la desintegración moral y política se manifiesta tan tristemente como en el Chile de hoy.
En consecuencia, la discusión en el Constituyente no sólo es relevante para legitimar y mejorar nuestra orden institucional, sino que principalmente para generar las condiciones espirituales e intelectuales que permitan el resurgimiento de valores que brinden las condiciones para el respeto de los derechos humanos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado