Al recién nombrado ministro de Cultura, que se autodenomina “converso” debido a su pasado como militante del MIR, bien vale aplicarle el dicho “por la boca muere el pez”. Tras asumir el cargo ha debido salir a “aclarar” sus pasadas afirmaciones en relación al tema de los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet.
Sus dichos se relacionan con el Museo de la Memoria.“Más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”.
A lo que se agrega que en 2016 afirmó en CNN que el museo es “un museo de la izquierda, para contar una versión falsa de la historia de Chile, porque oculta esa parte importante, cómo llegamos a odiarnos de tal manera”.
Estas afirmaciones nos recuerda cuando en Naciones Unidas Sergio Diez, representante de la Junta Golpista, afirmó que los detenidos desaparecidos eran un invento marxista. La derecha chilena, nunca trepidó en salir a mentir en las instancias internacionales, mostrándose ellos como las víctimas de los “terroristas marxistas” y sus inventos. Andamiaje de mentiras que la historia y la lucha de las agrupaciones de derechos humanos y partidos políticos (en aquellos años de Izquierda) se encargaron de derrumbar.
Lo del ministro Mauricio Rojas es peligroso para el país, porque quien considera el Museo de la Memoria un montaje, está considerando las violaciones a los DD.HH. también un montaje.
No importa que ahora haya salido a desdecirse explicando que “esos dichos no reflejan mi posición actual” (…) “hoy eso está muy lejos de lo que yo tengo, debo y quiero decir” (…) “en ciertos momentos, con polémicas distintas y momentos distintos uno expresa ideas que al leerlas después uno dice: esto no debí haberlo expresado así”.
El ministro de Cultura debe renunciar ahora. Sus dichos equivalen a una cultura del terror, aquella que niega el terror porque tarde o temprano terminará justificando su aplicación.
Y no es asunto de decir “no debí haberlo expresado así” ¿Y cómo debió expresarlo? Tampoco decir que sus dichos son lejanos justifica nada, 2016 está solo dos pasos atrás. El ministro dijo lo que cree de verdad, y sigue creyendo, como toda la derecha. Sus descargos no significan nada. Son ridículos y lo único que pretenden es camuflar sus prédicas.
“Cuando el río suena…”
Mauricio Rojas fue, de acuerdo a la historia que él mismo cuenta, autodenominándose “converso”, militante del MIR. Seguramente considera, de ser cierto su relato, que el adjetivo “converso” blanquea su “renovada intelectualidad”.
Su madre, allendista convencida, es una sobreviviente de Villa Grimaldi, el campo de tortura y exterminio negado durante años por la derecha a la que hoy se arrima Rojas sin ningún pudor.
En la vida es legítimo, muchas veces, variar un punto de vista, pero de ahí a denigrar todo un pasado es algo con ribetes de sospechosos intereses. ¿Quién fue realmente Mauricio Rojas mientras militó en el MIR? ¿Militó realmente?
Dirigentes históricos del MIR afirman no haberlo conocido nunca y que jamás fue militante. El mismo testimonio expresan, a través de las redes sociales distintos exiliados que aún viven en Suecia, lugar donde transcurrió el “exilio” de Rojas.
Al parecer algo trae el río sobre el pasado de este personaje, cuya narrativa (es escritor), está llena de insignias y boomerangs.
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