Desde hace ya 33 años cada 5 de septiembre se conmemora el Día de la Mujer Indígena en honor a la trágica muerte de Bartolina Sisa, indígena mestiza aymara. Bartolina lideraba diferentes levantamientos en contra del sistema colonialista de explotación en Bolivia cuando, en 1782, es asesinada por las fuerzas españolas quienes, en alianza con algunos líderes indígenas, la ejecutaron de la manera más cruenta posible. Ésta resulta una fecha adecuada no sólo para concientizarnos sobre la desventajosa situación actual de la mujer como sujeto de triple discriminación -por género, por clase y por identidad étnica-, sino también para reconocer el destacado rol de liderazgo que miles de mujeres indígenas desempeñan hoy pese a esas mismas limitaciones.
En Chile, donde el pueblo originario mayoritario en términos numéricos corresponde al mapuche, son sus mujeres quienes han tomado un rol protagónico en la propagación, resguardo y defensa de su cultura.
Santiago, al ser la ciudad que alberga la mayor cantidad de los llamados “mapuches urbanos”, es el escenario de una lucha silenciosa por organizar a sus hermanos y hermanas que por distintas razones han debido dejar sus tierras en el sur para sobrevivir en un sistema que no respeta ni valora a sus pueblos originarios.
Así, más de un 60% de los mapuche actualmente vive en zonas urbanas, la mayoría en la capital. Pese a lo nefasta de la experiencia migratoria, los desafíos de la vida en la urbe y la lejanía de los territorios y las comunidades, miles de mujeres mapuche han logrado superar estos obstáculos, poniendo sobre sus hombros la labor de desempeñarse como educadoras tradicionales, lawentuchefe (conocedora de las propiedades curativas de plantas y hierbas medicinales), kimeltufe (profesora) y presidentas de asociaciones.
No se debe ceder a la tentación, sin embargo, de exaltar la figura de una mujer mítica y ejemplar, como relatos históricos nos enseñan que fue Bartolina, sin reconocer a las que luchan hoy y ahora. La exaltación a los indígenas muertos y la condena a los vivos es un oficio en el cual muchas autoridades exhiben gran maestría.
En este sentido, la mujer indígena existe discursivamente de acuerdo a tres formas preponderantes.
(1) Como mujer pobre y esforzada, aquella imagen de madre luchadora que saca a sus hijos adelante pese a cualquier adversidad.
(2) La mujer mapuche terrorista, aquella indígena rural subversiva estancada en reivindicaciones extemporáneas.
(3) Y tal cual lo plantea el etnolingüista Cristián Lagos, aquella sujeta a las leyes capitalistas, receptora de subsidios y micro-créditos para escapar de su situación de pobreza.
Estas tres formas, impuestas externamente, omiten o niegan su identidad indígena, des-etnificándola para convertirla en un sujeto que sea más fácil de abordar por las leyes socio-políticas basadas en la mentalidad de mercado que impera en la actualidad. Conceptualizar y generar políticas públicas que ataquen la marginalidad y pobreza parece mucho más simple (simplista) que entender la condición presente de la mujer mapuche como fruto de procesos históricos basados en la enajenación y en relaciones asimétricas de poder y dominación, tanto con la sociedad no-indígena/mestiza, así como con el género opuesto en general.
Talleres de mapuche zungun, telar, hierbas y cosmovisión sumado a la organización de ceremonias tradicionales y de reuniones para tratar temas socio-políticos relevantes, están siendo constantemente articulados por mujeres mapuche.
Este trabajo, muchas veces silencioso, ha servido para lentamente des-ruralizar, des-colonizar, des-invisibilizar y re-etnificar a los mapuche que han tenido que hacer de Santiago su ciudad. La generación de espacios de interacción y aprendizaje no sólo han contribuido al rescate, ejercicio, reinterpretación y mantenimiento de prácticas mapuche, sino también al desarrollo de vínculos entre pares de cooperación y apoyo dentro y fuera de la capital.
Estos procesos son de vital importancia dado a que los mapuche constituyen uno de los pueblos originarios con mayores tasas de urbanidad del mundo, los cuales han convertido a Santiago en su principal destino de migración. De esta manera, el rescate y práctica de rasgos culturales, sociales y organizativos en Santiago es crucial para su supervivencia.
Las mujeres mapuche, vigentes, etnificadas, urbanas y esforzadas, han sido imprescindibles en esta lucha. A eso yo le llamo Zomo newen, fuerza de mujer.
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