Recién en 1990, un día 17 de mayo, la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, lo que marcó un hito importante en el camino hacia la aceptación e integración de las personas que eligen vivir su sexualidad y su amor de maneras diversas.
Este paso, sin duda, no vino en forma casual ni gratuita. Demasiados gays, lesbianas, bisexuales y trans fueron golpeados, reprimidos, excluidos, ignorados y asesinados. Pero el paso del tiempo no ha evitado que muchos otros y otras continúen sufriendo vejaciones de toda clase en la actualidad.
Por ello, es una contribución simbólica que el 17 de mayo de 2016, el palacio de La Moneda se haya iluminado con los colores del arcoíris, y más de un centenar de municipios, embajadas y edificios públicos hayan enarbolado la bandera, el símbolo internacional de la diversidad sexual, como una forma de reconocer que estas personas sí son parte de nuestra sociedad, y que su presencia, su pertenencia, y su inclusión en libertad, son valores que nos enriquecen como comunidad. Su significado en mucho más que el “gustito” que se le pueda dar a grupo de interés particular.
En Ñuñoa ha habido una discusión sobre estas visiones de fondo. Desde la Dirección Jurídica de la Municipalidad, se emitió recientemente un oficio que recomienda al alcalde no izar la bandera de la diversidad sexual en el Día Internacional Contra la Homofobia, considerando que “el emblema del Movimiento Integración y Liberación Homosexual [sic.] no podría ser expuesto (…) ya que éste no refleja el sentir general de la comunidad”, considerando que el municipio “no podría tomar una decisión que satisfaga a una minoría soslayando el pensar del resto de los vecinos”.
Independiente de la gran contribución histórica que el MOVILH ha hecho a lo largo de los años, la bandera del arcoíris dista mucho de ser patrimonio exclusivo de esta organización. Fue creada a fines de la década de los ’70 por el activista gay Gilbert Baker, y es hoy reconocida internacionalmente como símbolo de la diversidad sexual.
El texto de la Dirección Jurídica interpreta que este gesto simbólico sólo corresponde al interés de una minoría, lo que claramente constituye una visión desde el prejuicio. Esta repartición se equivoca al negar que el respeto a la diversidad es un valor que se debe promover desde el Estado, como parte del compromiso con la defensa de los derechos esenciales de las personas.
Además de ello, los años que he trabajado con la comunidad desde mi labor como concejala, me han hecho llegar a la plena convicción de que el respeto y aceptación de la diversidad, en todas sus expresiones, es algo que identifica a la gran mayoría de las y los ñuñoínos.
Me alegra poder informar que en el último Concejo Municipal, y tras las intervenciones de tres concejalas entre las que me cuento, el alcalde Andrés Zarhi se comprometió verbalmente con este potente gesto: “va a tener su bandera”, fueron las palabras exactas que utilizó. En el contexto del Concejo, estas palabras significan un compromiso formal y real del alcalde con esta iniciativa, por lo que esperamos que el próximo miércoles 17 de mayo se cumpla su palabra, y veamos los colores del arcoíris ondeando sobre el Consistorial de Ñuñoa.
No podemos negar que existe en el municipio una discusión interna de paradigmas, una controversia, por la presencia de sectores conservadores, que esperamos pueda ser subsanada en último término, obedeciendo al sentir mayoritario de la gente de Ñuñoa, que está por la opción de respetar, de ser, y de amar, con plena libertad, para que todos y todas podamos ejercer plenamente nuestros derechos.
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