#12N, el paro productivo y social contra la indolencia

El pasado 12 de noviembre se realizó el paro nacional convocado por la mesa de Unidad Social con el apoyo de más de 140 gremios de los más variados sectores sociales y productivos del país, como las federaciones y confederaciones de salud, educación; federaciones de estudiantes secundarios y universitarios; movimientos sociales como No más AFP; trabajadores de las distintas ramas económicas como los mineros, portuarios, forestales, del comercio, de los bancos y,  en un hecho sin precedentes,  el llamado a paralización por parte de las ferias libres de Chile.

Sin duda, esta ha sido la paralización más importante que ha tenido el país desde la década de los ochenta posterior a la crisis económica de 1982 y la serie de huelgas largas que Chile vivió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

El malestar de hoy tiene semejanzas con el de ayer, puesto que el factor trabajo transita de ser un valor individual y colectivo a ser considerado una mercancía, trayendo consigo una altísima precarización en sus relaciones y una injusta retribución de salarios, y por ende de la riqueza y el poder en el país.

Si bien este modelo de mercantilización de las relaciones del trabajo se cristalizó con la Constitución de 1980, este malestar se ha ido gestando por décadas y su explosión se gatilló hace tres semanas.

Sin embargo, esta expresión natural ha obtenido como respuesta una política de indolencia por parte del ejecutivo.  Esto se ha traducido en no reconocer el problema estructural del modelo de desarrollo económico de corte neoliberal imperante y que supera a este gobierno, y ha generado una respuesta de violación sistemática a los derechos humanos y el no reconocimiento explícito de los desfavorables resultados en materia macroeconómica, los que pueden convertirse en problemas estructurales en el mediano plazo.

Chile en 2019 crecerá la mitad de lo que lo hizo en 2018, de 4% de crecimiento del producto interno bruto consignado en 2018, la proyección para este año será de un 2% en promedio, a esto se suma que en los últimos días ha sido el propio ministro de Hacienda, quien ha confirmado la reestimación a la baja del PIB tendencial, o crecimiento económico del país con su economía desplegada a su potencial, de 3% a 2.8%.

El propio ministerio de Hacienda ha señalado la caída en la recaudación del IVA en un 25% desde que comenzó la rebelión en octubre, un aumento del precio del dólar histórico que no ha alcanzado un peak por sobre los 800 pesos, porque éste ha sido mermado por el alto precio del cobre de los últimos días.

A esto se suma que, a nivel de inversión privada, la prensa económica ha consignado la caída en 5.000 millones de dólares previo a la crisis social.

A nivel macroeconómico es preocupante que estas cifras estén siendo soslayadas, puesto que el decrecimiento económico, sin un marco de prospección en la política monetaria y fiscal, sumado a políticas públicas claras por parte de las autoridades, serán un acelerador a una potencial crisis económica. 

Lamentablemente, ésta no será revertida por el incremento de la inversión pública de 800 millones de dólares vía presupuesto público 2020, aprobado el día lunes en el Parlamento; además aún no está claro si este aumento en el gasto fiscal será pagado vía aumento del déficit fiscal o gestión de los fondos soberanos con que cuenta el país en el exterior.

Cabe destacar, que estos 800 millones de dólares extra que se destinarán a políticas públicas urgentes en salud, educación, pensiones y vivienda, será una cifra cercana a las utilidades proyectadas de las AFP´s este 2019 (a septiembre las utilidades alcanzaron los 511 millones de dólares).

Existe indolencia al no reparar que los efectos de este detrimento económico no afectarán a las rentas del capital, por ejemplo, a las utilidades de las AFP´s, sino por el contrario, los efectos se verán en el perjuicio salarial de los trabajadores remunerados, y de los trabajadores no remunerados como las mujeres, quienes son las más precarizadas del sistema.

Por tanto, es lógico y justo que, frente a esta indolencia, quienes viven y han aportado al país a través de su trabajo remunerado y no remunerado sean quienes haya decido colectivamente tomar conciencia y permitirse liderar el paro nacional más importante de Chile en el siglo XXI.

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