La inflación es una de las mayores preocupaciones para las personas. En los últimos meses esto se observa con mayor énfasis, porque el IPC muestra altos niveles en comparación a los años recientes. El aumento de precios de los bienes y servicios, que afecta a las compras pasadas, también se transmite en Chile al mes siguiente, por efecto de una variable de indexación denominada Unidad de Fomento (UF).
Así, una gran cantidad de contratos financieros, entre ellos créditos hipotecarios, son ajustados mensualmente, manteniendo a salvo al sistema financiero y sus agentes, pero que golpea a los presupuestos familiares día a día, porque ellos no tienen indexado los salarios de sus trabajadores a esta variable. Por tanto, el aumento pasado y el proyectado de los precios provocan una reacción esperable en los consumidores (mayormente restringidos en su renta). Se espera que el consumidor representativo compre menos cantidad de lo que subió o más de lo que se mantiene o baja, si es que así lo definen sus preferencias y necesidades.
En este juego de la economía y el mercado, la inflación -que se mide mensualmente por el Índice de Precios al consumidor (IPC)- busca capturar todas las variaciones de los precios que se provocan en cada uno de los bienes y servicios considerados en una canasta representativa a nivel nacional. Ella se determina quinquenalmente mediante la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF). Luego, se supone, existe registro de los cambios de precios mensualmente en miles de productos y servicios, cuidando que las mediciones sean con una adecuada representatividad regional, la cual permite obtener ponderadores consistentes y representativos para cada región y conurbación (aunque desde la pandemia el nivel de imputaciones se ha mantenido alto y aún persiste en cada publicación mensual).
Por ello, si esto es efectivo, con un solo valor se resumen todos los cambios de precios. Entonces el mercado lo internaliza ajustando nuevamente los precios a esta señal, manteniendo el real costo de los recursos involucrados.
Pero es claro que el precio de los tomates producidos en Arica es distinto al observado en Santiago o Chiloé, lo mismo que las papas producidas en Chiloé y vendidas en Santiago y Arica, luego: ¿Qué se necesitaría para calcular IPC regionales? Primero, se debería disponer de una EPF que permita obtener unos ponderadores consistentes y representativos a este nivel con frecuencia mensual, lo que significa mayores costos de recopilación de información y procesamiento, junto con aplicar nuevos avances en plataformas e información digital.
Si estos recursos llegarán por decisión política ¿Cuánto cambiaría el IPC nacional? Si el actual indicador es correcto, los cambios serían a nivel de decimales, por lo que no habría cambios a nivel nacional. Sin embargo, la diversidad geográfica, el nivel de información existente en el Gran Santiago y el grado de competencia en los grandes centros urbanos -respecto a lo de menor densidad- puede provocar que la mayor diferencia entre el IPC nacional y los regionales. Así los cambios de precios en las regiones pueden ser omitidos por el IPC nacional, afectando a cada familia en su nivel de consumo y por ende en el bienestar social.
Si se busca que el mercado sea un instrumento para asignar eficientemente los recursos, la primera prioridad debe ser que los cambios de precios de miles de bienes y servicios se registren adecuadamente, con frecuencia mensuales y diferenciados geográficamente. Luego si se busca que el Estado contribuya al bienestar de la sociedad, es mandatorio que se conozca adecuadamente la variación temporal y espacial de los precios, considerando IPC regionales públicos.
Con esta información se podrán mejorar las decisiones de los agentes privados y el gasto público, contribuyendo además a que los gobiernos regionales puedan gestionar mejor sus propios presupuestos, en el marco de la transferencia de competencia que desarrolla el Ejecutivo.
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