Hay cierto consenso en el mundo económico de que para lograr un motor de crecimiento sostenido de largo plazo se requiere productividad. La misma que ha estado estancada la última década en nuestro país, según evidencian las cifras oficiales. Por ello, no hay espacio para divagaciones, se deben tomar decisiones, y no quedarse en "tratar de hacer los esfuerzos" para revertir esa tendencia. Sobre todo, porque hacerlo otorga un retorno positivo a trabajadores, empresas y al país.
Urge más aún frente a las aspiraciones del gobierno electo de reducir la jornada laboral, aumentar el salario mínimo de entrada y avanzar en reforma tributaria. Ya hay metodologías probadas para lograrlo, y varias. Lo que pasa es que no las estamos aplicando.
Si bien sabemos el diagnóstico, ¿qué nos limita entonces? Despejemos los principales mitos, que no permiten avanzar.
El primero de ellos es la creencia de que se requiere inyectar gran capital. Según la experiencia empírica en el mundo público y privado, el primer 30 a 50 por ciento de aumento de productividad no requiere inversión. Así tal cual. Se puede resolver mirando los procesos de negocio de las organizaciones y ajustándolos con el capital humano e infraestructura disponible. Luego, al haber hecho esos ajustes iniciales de manera metodológica, la inversión requerida -para alcanzar los siguientes porcentajes de crecimiento- es menor, ya que se invierte en necesidades específicas, de manera más enfocada y asertiva.
El segundo mito es que ser más productivo es trabajar más. En realidad, es trabajar menos y más eficientemente, usando los recursos de manera óptima y en los tiempos adecuados.
La tercera creencia errónea es que la productividad no aumenta salarios. Está probado que al mejorar la productividad se produce una mayor captura de valor que permite el aumento de sueldos para retener el capital humano comprometido. Incluso permite bajar los precios de bienes y servicios, y mantener los niveles de rentabilidad para que se paguen los impuestos adecuados, y así responder a las demandas sociales.
Y el cuarto mito es que los chilenos somos poco productivos porque sacamos la vuelta. La realidad empirica es que muchas más veces están mal pensados los procesos de negocio y eso hace que se perciba que sacamos la vuelta. Lo requerido es que sean los mismos trabajadores de distintos niveles los que miren las operaciones de manera crítica y sean escuchados, para hacer los cambios de una vez de acuerdo a lo que se requiere.
Por tanto, debemos derribar estos mitos y enfrentar el desafío país, que es subir la productividad en un 10% de aquí a 10 años. Es una meta sustantiva, alcanzable y realista, que depende de hacer bien la pega. Lo importante es que se realice de una forma metodológicamente legítima preocupándose de los procesos, para que sea sostenible y para que las rentas de los chilenos efectivamente aumenten.
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