Entrar al terreno: armar un equipo de colegas y el bolso, desplazarse, observar, escuchar, entrevistar, encuestar, animar un taller.
Salir del terreno: volver, vaciar, respaldar, lavar ropa, sistematizar, analizar y reportar.
Quienes trabajamos en el área rural vinculados a proyectos de desarrollo vamos al campo, a terreno. Entramos y salimos, constantemente, para transferir competencias, recolectar información, acompañar a individuos y comunidades en algún proceso. Muchos vivimos en ciudades, tenemos otras vidas, y por eso parece que en el viaje de ida se deja algo atrás, que luego se recupera, aunque no volvemos siendo los mismos.
Una colega salvadoreña me comentaba en Ahuachapán, zona cafetalera, casi en la frontera de El Salvador con Guatemala, que el terreno se juega en la generación de confianzas. Confianza en el proyecto, las preguntas y los objetivos. Confianza en el equipo, con quien uno construye y viaja. Confianza en la gente, en poder generar confianzas para conectar con ellos, aunque sea por un día, como también pueden ser años. Confianza en que todo va a salir bien.
Recorriendo el altiplano boliviano en los asientos 9 y 10 de un minibús, con un colega conversamos sobre historias de terrenos. Grandes personajes, riesgos, todo lo que hemos probado, comido y bebido. Qué pasa cuando se acaba la botellita de agua, la gran diversidad de chichas que hay en Latinoamérica y el estado de los baños públicos en las estaciones de buses. También hablamos de las estrategias para poder entrar en un territorio.
Tendemos a concentrar toda la energía en entrar, conectar, avanzar. Hablamos en un lenguaje con perspectiva de corto y mediano plazo, como las teorías de alcance medio de las ciencias sociales que nos enseñaban en la universidad, porque el futuro está muy esquivo. Siempre mirando hacia adelante, un paso a la vez. Entramos. Sin embargo, ¿qué hay cuando salimos? Nos hacemos poco la pregunta sobre cómo salimos.
Entrar significa abrir, pero salir no significa cerrar. Cuando se sale no se terminan los procesos, no hay un punto de corte, como cuando se entra. Y las estrategias y las confianzas, con nuestros equipos y con la gente de los territorios, finalmente, si resultaron, generaron vínculos que trascienden los límites de los proyectos. Es muy difícil que un terreno funcione bien si no se generan vínculos con las personas, con nuestros equipos, con los territorios. Estos vínculos son parte de la experiencia, vuelven a casa con nosotros y se suman en la preparación de nuevos terrenos.
Para entrar al campo, y volver a entrar, hay que poder salir. O al menos saber qué cosas suceden cuando intentamos salir. Aprendemos muy rápido cómo entrar, casi por necesidad, pero reflexionamos poco con respecto a lo que significa salir.
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