Entre el mundo de la esperanza y la indignación, el sentido lo da la búsqueda de un propósito

La humanidad se encuentra en un momento único. La vida cotidiana se ha visto impactado por los cambios tecnológicos y sociales que afectan a nivel global y local, aristas que son agravadas por los desafíos climáticos que enfrentamos en cada rincón del planeta. Estamos frente a nuevas tensiones que enfrentan las organizaciones, sobre todo el de las empresas.

En la actualidad ha habido un cambio de paradigma, que se puede dividir entre el mundo de la esperanza y el de la indignación. Este último, lo podemos ver a menudo en los medios de comunicación y redes sociales, presente en múltiples temáticas, pero que ahora podemos ver graficado en casos de corrupción sucedidos a nivel país en las últimas semanas. Pero la profundización de esos temas, se los podemos dejar a otros. Yo me quiero concentrar en la esperanza.

La esperanza se refiere a las aspiraciones que tiene la sociedad, alimentadas por los cambios y desarrollos que se están generando a nivel social, laboral, de género, entre múltiples aristas. Diversos estudios indican que la fe en un mundo mejor, es depositada en las empresas que es la institución que en Chile más ha crecido en niveles de confianza (estudios ICREO, desde 2015 en adelante). Independiente de que sean públicas o privadas, las empresas tienen una lógica pública al afectar sus decisiones al entorno en el que se desenvuelven, por lo que son ellas las que realmente pueden enfrentar de mejor forma el futuro.

Bajo este escenario de transformación, las empresas y sus líderes reconocen los desafíos, y hoy más que nunca, están decididos con ser un aporte y a gestionar el cambio con propósito. A fin de cuentas, esto último, es la razón de ser de cualquier organización, el compromiso de no solo tener buenos resultados en sus negocios, sino que también generar un impacto positivo en el mundo y la sociedad.

El trabajo del propósito solo arroja efectos positivos, que defino en cuatro aristas: es direccional, es decir, facilita la innovación; es relacional, sostiene la credibilidad y confianza con el ecosistema de audiencias, estableciendo relaciones de largo plazo; es reputacional, ya que ayuda a construir confianza con las audiencias; y, finalmente, es motivacional, permitiendo un trabajo más inspirado y motivado por parte de los colaboradores.

La transformación a través del propósito no es una moda, sino una nueva norma que impacta en los resultados. Por ejemplo, según uno de los últimos estudios de Ernst & Young, las organizaciones impulsadas por este mindset tienen 202% más probabilidades de reportar un crecimiento positivo en sus ingresos.

Asimismo, comunicar y compartir conocimiento creando más oportunidades para que las personas tomen mejores decisiones y se atreven a hacer lo que quieran sin importar de donde vengan o deseen llegar terminará generando beneficios no solo a las organizaciones, sino también a la sociedad y a los individuos que forman parte del ecosistema.

Entonces, tenemos una enorme oportunidad de transformación, no solo desde la declaración de propósito, sino sobre todo desde su activación. Si decimos que haremos cosas para la sociedad, que después no realizamos, simplemente alimentamos la indignación y generamos una crisis de confianza mayor.

En definitiva, ¿a qué los invito? No a inventar un propósito, sino que desde el core del negocio, definir, primero, en qué somos buenos y qué nos motiva como organización; segundo, cómo podemos aportar a nuestras audiencias directas; tercero, qué impacto y beneficio social trae la decisión que queremos tomar; y cuarto, qué buenas prácticas pueden aportar a la industria en la que estoy para que otros quieren seguir este camino.

La transformación organizacional no es fácil, y es un asunto que puede durar años si la empresa es grande. Pero el trabajo de este "sentido" puede ubicarte del lado de la esperanza y no de la indignación.

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