Falta de fe en las instituciones: ¿Por qué pagar tributos a una burocracia en crisis?

La pregunta que todos nos hacemos al estudiar los tributos es ¿por qué pagar impuestos? Las respuestas son muchas y variadas, es necesario que el Estado nos protege de la delincuencia, que se preocupa por los más necesitados, que garantiza la salud de todos, y un largo etcétera. Todas estas respuestas son válidas, sin embargo, cuando una persona es asaltada en la esquina de su casa y pierde la vida por un portonazo, o cuando una turba destruye un negocio que costó años construir, la confianza en pagar tributos se pone en duda.

En esos momentos, la idea de que el Estado nos protege se difumina, y empieza a tomar fuerza la opción de no pagar IVA o no declarar toda la renta. El virus de la desconfianza se ha instalado, alimentado por situaciones reales, por la prensa que destaca calamidades, o simplemente porque es más fácil culpar al Estado por nuestros problemas. Todas estas causas son válidas, ya sean reales o no, pero la raíz del problema radica en la actuación del Estado: "Cambios en las normativas, instituciones que ya no funcionan, o una gestión ineficaz".

Existen voces que proponen eliminar los impuestos, pero eso parece inviable. No hay Estado sin financiamiento, salvo que se dependa de una línea de crédito eterna. El Estado es fundamental, esa institución que separa al hombre de la barbarie. Pero ¿cómo cuidar ese Estado? un Leviatán (Hobbes) que puede ser enorme e imparable, pero que también tiene pies de barro y puede derrumbarse por la corrupción.

El Estado es necesario porque crea y ejecuta políticas en distintas áreas. Recuerdo que, cuando estudiaba en Alemania, le comenté a mi profesora guía que Chile necesitaba una reforma "Weberiana 2.0" o "3.0", es decir, una modernización de su burocracia. Gran parte de los problemas del país derivan de una burocracia del siglo pasado. No propongo una solución radical como la motosierra de Milei, pero sí es imprescindible modernizar el servicio civil: con capacitaciones, controles por parte de la contraloría, y estableciendo el buen servicio como norma en el Estado.

Estas semanas la contraloría, por ejemplo, nos muestra que como unidad auditora del Estado encontró el mal uso de las licencias médicas y pide sanciones de los funcionarios públicos. Pero ¿qué se pregunta el ciudadano o contribuyente? ¿Por qué pagar impuestos a una estructura que parece corrupta? La desconfianza crece cuando muchos funcionarios mal utilizan recursos públicos, y eso pone en juego la fe en el Estado.

En las últimas semanas, también se han presentado quejas por el aumento en la valorización de propiedades y el efecto en las contribuciones. Algunos precandidatos presidenciales y al Congreso ya levantan voces para reducir drásticamente los impuestos o incluso para no pagarlos. Esto refleja un problema estructural: por un lado, la necesidad de un Estado fuerte y con recursos bien utilizados; por otro, un Estado precario que no puede cumplir con sus funciones.

Es fundamental cumplir con la ley y sancionar a quienes la incumplen, pero también es urgente reformar la burocracia civil. Solo así podremos justificar el deber de pagar tributos y recuperar la confianza en el Estado.

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