La inflación y el desempleo son variables macroeconómicas de importancia para gran parte de la población. Cuando un país o una zona geográfica experimentan variaciones en los precios de bienes y servicios, provoca que los sueldos o los ahorros rindan más o menos, según sea la dirección de movimiento; por lo que en materia económica se busca encontrar relaciones entre inflación y desempleo para desarrollar, por ejemplo, políticas que suavicen los efectos negativos de ambas variables sobre la población.
La curva de Philips postula una relación inversa (cuando una sube la otra baja) entre inflación y desempleo -conocida como la curva de los males, porque ambas generan sufrimiento-. Esta relación nacida en estudios empíricos es actualmente cuestionada por la evidencia de las últimas dos décadas. Ello debido a que en países donde la discrecionalidad monetaria es controlada por bancos centrales autónomos y sin captura del gobierno de turno, la relación no se observa tan claramente. Esto permite decir a algunos economistas que la curva de Philips no existe o al menos que está en hibernación.
Sin embargo, estos males (inflación y desempleo) siguen existiendo y afectan siempre a los más pobres. En Chile, ambas variables son indicadores que mide oficialmente el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), entre muchas variables económicas y demográficas. Con ocasión de los hechos ocurridos en la última década en el INE, pero principalmente con la revolución de la información digital y las lecciones que deja la pandemia del Covid-19, convendría revisar la institucionalidad nacional en materia de estadísticas.
El INE genera información estadística de amplia cobertura y que es utilizada por múltiples actores públicos y privados. Entre ellos, el Banco Central, que observa el indicador de nivel de precio (IPC) como una aproximación al costo de la vida en Chile. Al parecer, el ente emisor reacciona mediante variaciones a la tasa de interés cuando se miden variaciones en la inflación actual y se busca lograr metas en la inflación futura. Junto a ello, el Central debería ser capaz de estimar los errores del indicador del IPC, dado que tendría modelos para ello. Por tanto, es este punto el que debe ser discutido con mayor profundidad y sentido de país, sobre todo por los antecedentes de errores y problemas en el INE, que han sido de conocimiento público.
Al respecto, cabe citar lo siguiente: "sólo creo las estadísticas que yo, personalmente, he manipulado (I only believe in statistics that I doctored myself)", que se atribuye a Winston Churchill, primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial. El mensaje subyacente mantiene plena vigencia en sociedades de orden crematístico, que releva al primer nivel de importancia las estadísticas, porque forman e impactan las expectativas del público y autoridades. Ellas, en conjunto, formulan juicios, acometen decisiones y acciones en todo tipo de ámbito. Por tanto, la calidad y oportunidad de la información estadística es fundamental para el futuro.
Un desafío nacional es el fortalecimiento de la institucionalidad estadística de forma que sus productos reflejen realmente (de menor error posible) los fenómenos que se busca medir. Para ello se requieren recursos, capital humano, independencia del gobierno de turno y consolidación de un sistema nacional de información estadística. En los dos primeros hay actualmente un mejoramiento notorio: recursos, infraestructura y staff renovado, pero en los dos últimos no es fácil avanzar ni innovar.
Primero, no es fácil convencer a los tomadores de decisiones que existen áreas donde conviene separar al gobierno de turno, de las instituciones que pueden ser utilizadas cómo una variable de política contingente. Esto significa en simple, perder poder, que es justamente lo que buscan estos actores. Por tanto, se debe avanzar decididamente en una agencia independiente de estadísticas públicas, que vele por la calidad de información de carácter económica, de forma parecida o vinculada al Banco Central.
En segundo lugar, el Sistema Nacional de Estadísticas debería consolidar la totalidad de la información pública, un desafío complejo, dada la fragmentación que existe en el Estado en esta materia. Cada ministerio e institución planifica, elabora y publica sus propias estadísticas, que tienen pertinencia sectorial: salud, educación, transportes y economía son ejemplo de aquello. Donde no busca cooperación intergubernamental, sino por el contrario, actúan bajo sus propios incentivos organizacionales.
Por tanto, hoy el desafío es utilizar la revolución de la información digital para viabilizar un sistema robusto y de mayor eficiencia. De lo contrario, se continuará, por ejemplo en materia de estadísticas económicas, esperando los resultados de las variaciones de precios, ojalá con el menor nivel de imputaciones de precios de la canasta o con encuestas que son rápidamente cuestionada por otras instituciones, que aspiran a ocupar un lugar de relevancia en el mundo de las estadísticas, sin ser los llamados a tenerla.
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