Septiembre y sus contrastes

Septiembre es, para Chile, un mes de contrastes. Apenas siete días separan dos fechas que condensan lo más doloroso y lo más festivo de nuestra identidad colectiva. El 11 de septiembre sigue siendo un día de memoria, pero también de fractura. Medio siglo después del golpe de Estado, la violencia que vuelve a estallar en varias comunas de Santiago -a estas alturas atribuida más al lumpen y a la delincuencia que a razones políticas- recuerda que no hemos logrado transformar esa fecha en un espacio común de reflexión. En contraste, el 18 de septiembre nos convoca a todos alrededor de la bandera, el asado, el vino y la cueca, en una efervescencia que parece borrar diferencias y recomponer una unidad frágil, aunque real.

Ese tránsito tan rápido de la solemnidad al festejo habla tanto de nuestra capacidad de resiliencia como de nuestra tendencia a postergar conversaciones incómodas. Mientras los actos conmemorativos del 11 muestran que todavía quedan heridas abiertas, los cuatro días de Fiestas Patrias nos recuerdan que, pese a todo, compartimos un suelo común. Pero esa convivencia dura lo que duran las fondas: breve, intensa y sin resolver lo pendiente.

Elecciones a la vista

Este 2025, además, la política se cuela en cada esquina de septiembre. Ocho candidatos presidenciales buscan llegar a La Moneda, desde la extrema derecha -donde compiten dos cartas con un discurso duro de orden y seguridad- hasta la extrema izquierda extraparlamentaria -que levanta banderas de estatizaciones y supresión del actual Parlamento, entre otras ideas-. El primer debate en que participaron todos mostró con claridad esas diferencias. Mientras unos insistieron en la urgencia de enfrentar la delincuencia que cada día queda en evidencia a lo largo del país, otros apelaron a cerrar las brechas sociales que siguen marcando el país.

El 17 de septiembre comienza oficialmente la propaganda electoral, y la coincidencia con Fiestas Patrias no es menor. Porque mientras millones de chilenos brindan en las ramadas, los candidatos se juegan la primera gran batalla por instalar narrativas de futuro: ¿Será la seguridad, la estabilidad y el orden lo que convoque más aplausos? ¿O primarán las promesas de cohesión social y ampliación de derechos?

Entre la memoria y la proyección

Los incidentes del 11 y los brindis del 18 son, en el fondo, metáforas de la campaña presidencial: un país dividido entre la urgencia de seguridad y la necesidad de justicia social. La pregunta de fondo es si los próximos años seremos capaces de articular ambas demandas en un proyecto común.

Quizás, en este tránsito vertiginoso que vivimos cada septiembre, haya también una lección: la política que necesitamos es aquella capaz de sostener la memoria sin quedar atrapada en ella, y de animar la fiesta sin reducirla a evasión. Una política que reconozca que lo que nos une como país no puede ser solo un asado o una cueca, sino un horizonte compartido que dé sentido a las próximas décadas.

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