Acepto colaboradores, no contrapesos. Tres características se perfilan en los días posteriores al triunfo presidencial de Kast que irán ganando fuerza en estos primeros días: la aparición de un presidencialismo reforzado, el desperfilamiento de la centroderecha y el surgimiento de una oposición básicamente ordenada. ¿Hay una diferencia importante con anteriores cambios de gobierno? Sí. Lo que más llama la atención es que, para cuando asuma la nueva administración, lo que estará plenamente conformado será la presidencia y su entorno inmediato. Estamos en presencia de una instalación con dos velocidades diferentes.
Para cuando se definan los equipos sectoriales, en una combinación en la que Kast tendrá una libertad de acción no vista anteriormente, la Presidencia será una instancia conformada, poderosa y plenamente articulada. En la ocasión anterior se había tenido a un Presidente integrado a un equipo de confianza de los partidos, preparando los primeros pasos, y varios grupos de trabajo, visibles e identificados, haciéndose cargo de áreas en las que reportaban sus avances con un grado de autonomía nada despreciable.
Ahora existe una gran actividad, hay colaboradores directos que ejecutan las decisiones del número uno, pero ningún debate abierto en temas en específico, lo que se puede explicar fácilmente porque Kast no suele discrepar de sí mismo. A la vista de todos, se ha empezado a consolidar una marcada distancia entre el mandatario electo y cualquier otro personaje. Los actores colectivos han tenido un tratamiento protocolar, pero ninguna decisión se ha dejado en sus manos.
Desde hace mucho tiempo, Kast anunció que la relación que establecería con sus colaboradores sería de uno en uno. Su discrecionalidad es máxima. Nadie le puede pedir cuentas puesto que no tiene compromisos previos. Serán sus asistentes nominados los que asuman tareas exigentes y, si no las cumplen, serán fusibles con los que no se llegará a encariñar.
Por favor, entren de a uno
Si Kast puso el acelerador en su propia agenda, tanto nacional como internacional, lo que puso en pausa fue un debate en ciernes sobre la conformación de una nueva coalición. Esta fue una decisión de primera importancia.
Lo que hizo en buenos términos fue desechar la idea, diciendo que no era algo que le pudiera pedir a los partidos, pero no todos entendieron el mensaje. Los partidos quedaron en el aire, en calidad de comentaristas, especulando sobre la conveniencia o no de proceder a armar una coalición más amplia, pero han quedado en el papel de espectadores a la espera de ser convocados.
Para cuando el diseño se ejecute y el republicano sin carné de militancia haya tomado todas las decisiones relevantes, los más lerdos se darán cuenta de que ya no se sabe exactamente para qué podría servir una coordinación mayor si poco queda por resolver cuando está todo instalado. Así parece que se va a operar en cada asunto importante. Las decisiones son cocinadas a fuego lento, a puertas cerradas, sin presiones visibles y son dadas a conocer cuando están listas y ni un minuto antes.
El efecto práctico de este modo de proceder es bastante obvio: republicanos no se ve afectado porque es un solo partido, tiene dirección única y cuenta con jefatura partidaria y en La Moneda que le son afines. Chile Vamos queda sin papel que jugar porque tendrá individualidades en la administración, pero ninguna coordinación que sea tomada en cuenta para la toma de decisiones. Los partidos chicos verán a sus figuras integradas, pero su sobrevivencia no será asunto de nadie.
En un esquema de estas características, los dirigentes partidarios se quedan a alojar en la sala de espera, con tiempo suficiente para dar sus opiniones y acostumbrándose a la idea de que su poder de presión parece haberse evaporado.
Se ha podido ver, casi con ternura, como un jefe de partido se ve en la necesidad de hacerse notar diciendo cosas como "si yo fuera Presidente, no apoyaría esta decisión". Con eso solo consigue hacer evidente que no solo no es el mandatario, sino que tiene que enviar mensajes indirectos. Y no es el único que se ve en esa necesidad. El poder ha creado una distancia manifiesta.
El sur también existe
Al otro lado de la cancha, también la situación es inédita. La evaluación preferente de los analistas ha sido electoral antes que política. Este sesgo produce una distorsión, porque se observan las debilidades, pero no las fortalezas. Puede que sea cierto lo que se repite mucho en estos días: "Esta es la peor derrota de la izquierda" en muchos años, pero también es cierto que es la vez que se ha asimilado mejor un mal resultado, evitando un inmediato proceso de desintegración.
También en este caso la primera reacción colectiva marcará por mucho tiempo lo que será la relación entre partidos. Y lo que se ha logrado es que, en lo inmediato, prevalezca la responsabilidad por sobre la tendencia a la dispersión. El progresismo era plenamente consciente, luego del resultado de la primera vuelta, que no se podía ganar. Por lo mismo, el despliegue de la etapa final estuvo a cargo de equipos disciplinados y, sobre todo, de una candidata de gran entereza que se mostró a la altura de las circunstancias.
De manera que se pudo seguir un libreto conjunto que supo honrar la tradición democrática de Chile y que evitó que la derrota electoral pasara a debacle política. El libreto de salida tiene una duración limitada, el procesamiento del resultado dentro de los partidos será mucho más duro y han existido tensiones entre distintas tiendas. Sin embargo, los puentes no se han cortado, la necesidad de una coordinación estable no es puesta en duda por nadie y el gobierno entrante no puede decir que ha encontrado una actitud revanchista a todo evento.
La dispersión política sigue existiendo, los díscolos continúan ahí y los amantes de la polarización van a operar. Pero sería un despropósito que la existencia de partidos ordenados no sea aprovechada. Un presidencialismo fuerte, una centroizquierda dialogante y hasta un PDG bisagra puede jugar un papel mediador.
No existe un gobierno que se pueda desentender de la oposición. Los que han definido la votación son los descontentos y estos suelen dirigir sus críticas a quien está en el poder. Antes de asumir se viven días dulces, pero no duran. Si Kast no se da cuenta que el apoyo mayoritario de la población suele perderse antes del término del primer año, comprometerá el éxito de su gestión. Si el país se polariza no habrá ganadores y la duda se limitará a quién pierde más. Todos debieran entregarle a Chile la opción de ganar en gobernabilidad.
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