La gradual y constante implosión de Estados Unidos es el principal signo de su extinción como poder imperial, y fue sembrada desde las décadas de los '70 y '80, dio a China las plataformas para su surgimiento económico y, en los años '90, potenció las condiciones para la consolidación del corrompido régimen de corporaciones en EE.UU.
Una vez derrumbada la URSS, la OTAN dirige sus objetivos contra la ex Yugoslavia, logrando desmembrarla. De este modo, ya no habría contraparte militar en el corazón de Europa. Paralelamente, las presiones contra Irak durante toda la década de los '90 hasta inicios del nuevo siglo buscaban crear un teatro de operaciones propicio contra Bashar al Assad, gobernante de Siria, con el fin de alivianar el frente antisraelí. En este sentido, el Ejército de Irak y el Levante, llamado ISIS, cumple esa función geopolítica occidental. El problema fue haber subestimado la intervención militar de Irán y Rusia contra ISIS, lo que llevó a EE.UU. a eliminar al general Soleimani, comandante de la Fuerza Quds, en 2020.
Este teatro ya convivía con la preparación de las provocaciones contra Rusia, que se vislumbraban desde la revolución naranja en Ucrania en 2004, pero que asumió velocidad cuando en 2007 Finlandia elimina su carácter neutral de su constitución y en la cumbre de la OTAN de 2008 se establecen como objetivos expandir la alianza atlántica a Georgia y Ucrania, lo que confirmó las sospechas de Rusia respecto de la agresión occidental.
Mientras las convulsiones en el Medio Oriente seguían su curso, las presiones de la OTAN obligaron a Georgia a atacar a Rusia en 2008, lo que significó la pérdida de Osetia del sur y Abjasia para el país caucásico. De ahí en adelante, fue un asunto de tensa espera hasta el golpe de Estado del Euromaidán en Ucrania, que inició con disturbios el 21 de noviembre de 2013 y terminó el 22 de febrero de 2014, con la renuncia del presidente Viktor Yanukovich. De ahí en adelante, la historia es conocida por la simulación de los acuerdos de Minsk para armar Ucrania y, finalmente, en 2022, detonar la guerra contra Rusia.
Todo este plan estratégico occidental no tenía un plan "B". El Estado profundo estadounidense y las élites globalistas apostaban todo a que Rusia fuera derrotada, subestimando nuevamente las capacidades geopolíticas y militares rusas, lo que lleva a una rápida y quirúrgica operación militar especial a punto de reducir a Ucrania a su actual zona noroccidental.
Estados Unidos siente la merma militar y el debilitamiento geopolítico; sólo le queda evitar la expansión de China en el continente americano y garantizar su acceso a recursos, principalmente los recursos en Groenlandia y el petróleo venezolano así como el control de las rutas de la droga; esto último resulta crucial por cuanto es lo que sostiene al régimen dictatorial de Maduro.
A la luz de todo lo anterior, cabe señalar que para las potencias y en particular para Estados Unidos, la democracia y los derechos humanos no tienen ningún valor, porque los debilitados intereses imperiales, de las grandes corporaciones y de las élites globalistas están por sobre toda virtud humana. Si alguien cree que la democracia en Venezuela está en la agenda de una impía potencia occidental, es no entender nada.
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