Luz María tiene 68 años y, aunque podría estar jubilada, sigue trabajando en su pequeño negocio de repostería. No lo hace solo por necesidad, sino porque disfruta mantenerse activa y porque sus clientes valoran la calidad de sus productos. Según la Encuesta Cadem, el 30% de las personas adultas mayores en Chile siguen en el mundo laboral, desafiando estereotipos que los encasillan como improductivos o dependientes. Sin embargo, el país aún no ha entendido del todo el enorme potencial económico que representa este grupo etario.
El envejecimiento de la población es una realidad innegable. En Chile, el 19% pertenece a la denominada "generación plateada", compuesta por quienes nacieron antes de 1964. Las últimas cifras del Censo 2024 ratifican esta tendencia: el porcentaje de personas de 65 años o más alcanzó el 14%, mientras que en 1992 era solo del 6,6%.
Al mismo tiempo, la población de 14 años o menos ha disminuido significativamente, pasando del 29,4% en 1992 al 17,7% en 2024. El Índice de Envejecimiento también ha crecido de manera sostenida, situándose en 79 personas mayores por cada 100 menores de 14 años, en contraste con las 22,3 que había en 1992. Este fenómeno se acentúa en regiones como Valparaíso (98,6) y Ñuble (97,6), mientras que Tarapacá (43,9) y Antofagasta (49,3) presentan los menores índices.
Su peso demográfico y su capacidad de consumo han dado lugar a lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) llama la "economía plateada": Un ecosistema de bienes y servicios orientados a satisfacer sus necesidades y expectativas.
Este mercado en crecimiento abarca sectores clave como salud, vivienda, transporte, educación, entretenimiento y tecnología. Pero a pesar de su potencial, la economía plateada sigue siendo un nicho poco explorado en Chile y en América Latina. A diferencia de Europa o Asia, donde el envejecimiento poblacional ha impulsado innovaciones y nuevos modelos de negocio, en nuestra región aún falta conocimiento y conexión entre emprendedores, inversores, y este segmento de la población.
El edadismo es una de las barreras más importantes que impide el desarrollo de este mercado. En Chile, el 20% de las personas adultas mayores ha sufrido discriminación por su edad y el 40% siente que ninguna institución se preocupa por ellas. Esta mirada reduccionista invisibiliza su capacidad de generar, invertir y consumir. Es hora de cambiar la narrativa y reconocer el valor de esta generación no solo en términos económicos, sino también sociales.
Además, existe una brecha digital que debe abordarse con urgencia. Si bien el 88% de la personas adultas mayores en Chile cuenta con al menos una herramienta financiera, el 17% ha sido víctima de estafas por medios digitales, lo que refleja la necesidad de fortalecer la educación y la protección en este ámbito. La tecnología no sólo debe estar diseñada para la juventud; también debe responder a las necesidades y preocupaciones de quienes tienen más experiencia de vida.
Aprovechar la economía plateada no solo beneficiará a personas mayores, sino que también generará crecimiento y empleo. En los próximos años, el aumento del consumo en este segmento será clave para el dinamismo económico. Chile tiene la oportunidad de adelantarse, aprender de otros países y desarrollar un ecosistema donde el envejecimiento sea visto como una oportunidad y no como una carga.
María, con su repostería, es un ejemplo de cómo las personas mayores pueden seguir aportando, creando y participando activamente en la economía. Si logramos impulsar políticas y estrategias adecuadas, podríamos estar ante una de las grandes revoluciones económicas del siglo XXI. El futuro es humano, digital y plateado. Es momento de prepararnos para él.
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