Me dolió el alma

No sé si a ustedes les ha tocado volver a lugares que conocieron con anterioridad y hoy se encuentran totalmente distintos. Quizás algunos han pasado fuera de sus casas de infancia o de sus antiguos colegios, o también, han visto como nuevas construcciones hoy ocupan esos sitios que nos vieron crecer y fueron una parte importante de nuestras vidas.

Algo similar me tocó vivir hace poco tiempo.

Junto a mi hijo, tuve la oportunidad de volver a ingresar a lo que años atrás era la fábrica Fantuzzi, y no se los niego, fue impactante.  En cosa de segundos reviví lo que era un día en su interior, sentí los mismos olores, “escuché” el sonido de las máquinas y hasta “ví” en esos largos pasillos a los trabajadores que fueron parte de la historia de ese lugar.

Recordé también, que esas largas “calles o pasillos” al interior de la fábrica, llevaban el nombre de un trabajador fallecido, esto,  en honor a su entrega y dedicación a nuestra empresa.

Para algunos volver a estos lugares es emocionante, para mí fue una sensación amarga, la misma que tuve al visitar las dependencias de CNN Chile, pues lugares que antes se configuraban como el epicentro de la productividad y el producto nacional, hoy, lucen vacíos o llenos de escritorios.

Ustedes se preguntarán por qué hablo de esto, y es que al menos a mí, no me han sido indiferentes los cierres de Maersk, Iansa y Suazo. No me son indiferentes porque he sido testigo del cierre progresivo de la industria en Chile  y he visto que siempre la solución es reemplazar la empresa nacional por alguna internacional… me atrevo a decir que nunca he visto una lucha o insistencia mayor  por mantener en pie lo que nosotros hacemos.

Mucho hablamos sobre la economía de otros países, y no hemos sido capaces de mantener vivo el sector industrial, ese mismo que si funciona bien da miles de puestos de trabajo, ese que hay que promover desde el Colegio y ese mismo, que ha mantenido en pie en medio de importantes crisis a países como Japón y Alemania.

Seguimos con la mala costumbre de traer todo de afuera, de seguir dependiendo del cobre, y les hemos cerrado las puertas a la manufactura nacional.

Y ojo, que no solo lo digo por los impactos económicos que tiene mantener una fábrica en pie, también por lo que se genera en los lugares que están ubicadas.

Muchos recordamos cómo los vecinos de las comunas y los trabajadores -que en su mayoría tenían casas alrededor de sus lugares de trabajo- movilizaban esos lugares cuando hacíamos torneos de fútbol. Barrios enteros asistían a los enfrentamientos de las empresas en las que trabajaban.

Y eso era lo bonito, no solo aportaban en las fábricas, también les daban identidad y un “corazón” al lugar.

No niego que esto lo escribo con mucha nostalgia, y son cientos de historias las que tengo en mi memoria con respecto al Chile industrializado, por eso me da pena ver que lo que ayer era el lugar de trabajo de cientos de familias hoy, solo sea parte de la historia.

Me dolió el alma volver a entrar a Fantuzzi, y me sigue doliendo ver cómo otras empresas están viviendo lo mismo, porque tras años de hablar sobre el tema, veo que las cosas no cambian y las consecuencias siguen siendo las mismas.

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