El golpe de Estado en Chile se puede establecer como un modelo de restauración del poder de clases en el marco de la crisis del capital en los '70. El poder que habían acumulado la clase trabajadora y el movimiento popular en Chile no tenía precedentes, era menester acallarlo.
Con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Chile va a inaugurar un nuevo ciclo histórico; la dictadura cívico-militar abre el proceso neoliberal en todo Latinoamérica. Chile se adelantó al menos 10 años a los procesos de instalación del neoliberalismo en el mundo, convirtiéndose en el "laboratorio" del neoliberalismo para naciones como Inglaterra y Estados Unidos.
Este nuevo ciclo histórico se comienza a ensayar en Chile con dos objetivos centrales:
Para cumplir con estos propósitos se instaló un aparato represivo cruel, que se basó en el terrorismo de Estado para desmantelar cualquier resistencia al régimen autoritario. Además, se construyó una infraestructura a nivel económico y legal que permitió que se instalara el neoliberalismo en Chile.
Para la nueva arquitectura neoliberal fueron enviados estudiantes a Chicago, para formarse en temáticas de economía liberal, y fueron popularmente llamados "Chicago Boys". Estos jóvenes economistas casi inmediatamente se instalaron en importantes espacios de elaboración y difusión intelectual del país, construyendo un núcleo fuerte e importante dentro de los medios de comunicación y en la formación de profesionales en las universidades.
Tal vez la contribución más trascendente de este grupo fue la elaboración de "El ladrillo", libro encargado hacia mediados de 1972 a De Castro, Baraona y Bardón, entre otros. Este documento es el cimiento del posterior giro económico en
Chile, contenía un programa financiero, que se utilizaría como hoja de ruta para los primeros años de dictadura militar, y en él se visualizaban transformaciones de corto, mediano y largo plazo. Consumado el golpe, De Castro asumió como asesor del ministro de Economía, y muchos Chicago Boys pasaron a ocupar cargos claves en el régimen.
La aplicación de las políticas de shock entre los años 1974 y 1976, las orientaciones de Milton Friedman en su visita a Chile en 1975, y las reformas conocidas como "las siete modernizaciones" de 1979, fueron las medidas más importantes de este modelo económico y social neoliberal hacia la construcción de la "sociedad libre", centrada en un mercado con "ausencia" de restricciones político-ideológica.
A fines de 1978, la dictadura comenzará un proceso de reestructuración, la cartera de Trabajo queda bajo el poder de José Piñera, el ministro propone cortar las vinculaciones con el mundo sindical. El Plan Laboral estuvo compuesto por ocho decretos leyes dictados entre 1978 y 1979, y fue el instrumento jurídico para promover y cumplir dos grandes objetivos: Flexibilizar el mercado laboral, desprotegiendo sistemáticamente el empleo; y debilitar la acción colectiva, limitando la negociación y fragmentando los sindicatos.
El modelo laboral de 1979 se enmarca en reestructuraciones profundas impulsadas por civiles en dictadura desde 1975, esto con el fin de cambiar las lógicas macroeconómicas y convertir la economía protegida en una flexible. Este proceso se conocerá popularmente como "Las Siete Modernizaciones" ideadas por José Piñera, orientadas principalmente a la apertura y liberalización del mercado. Se establecen lógicas de corta circulación del capital y de ganancia instantánea, el régimen de acumulación rompe con el capitalismo industrial clásico para dar paso a una economía librecambista.
El Plan Laboral se publica en 1979 y corresponde a dos leyes: Una sobre sindicatos (D.L. 2.756) y otra sobre negociación colectiva (D.L. 2.758). Ambas leyes estaban enfocadas a la acción colectiva de trabajadores/as. Se aumenta el poder de los empleadores y se minimiza el del proletariado, los empresarios protegidos por la nueva institucionalidad, motivados por aumentar la producción y hacer más efectivo el trabajo, comienzan a instalar lógicas de flexibilización laboral.
Lo más característico de este modelo laboral es que la negociación se circunscribe a la empresa (D.L. 2.758, Art.4), coartando la negociación por rama, esta disposición que sin lugar a dudas atomiza a los sindicatos, federaciones y centrales, sólo pudo ser aprobado bajo el marco de una dictadura sangrienta. Ya que en otro contexto la clase trabajadora hubiera incidido en la construcción de un nuevo modelo de relaciones laborales. El neoliberalismo, como ideología, es contrario al sindicato y a la acción colectiva, por lo tanto, utiliza distintas herramientas para encapsular, atomizar y jibarizar a los sindicatos y a la organización de trabajadores/as.
El modelo de relaciones laborales instaurado en dictadura sigue vigente, con variaciones periféricas que se hicieron posteriormente en los gobiernos de la Concertación. La literatura indica que la instauración del modelo de relaciones laborales fue el punto de inflexión para la despolitización de la acción sindical y su consecuente baja en la tasa de sindicalización. El actor sindical que había sido central para el desarrollo del naciente modelo industrial en Chile fue cercenado. La dictadura cívico-militar tuvo como eje central la restitución de la tasa de ganancia en un escenario en el cual las elites económicas y el capital necesitaban restaurar su poder de clase amenazado por la Unidad Popular y poder de las clases populares. El golpe militar y la dictadura en Chile tiene manifestaciones de una reacción de clase, se busca restituir el orden económico ante el avance del proletariado.
Recuperar hoy una negociación colectiva ramal es fundamental para equipara el poder de las clase trabajadora con la patronal. El desmantelamiento del sujeto colectivo sindical fue una estrategia autoritaria para desmembrar el movimiento popular que había llevado a los obreros al poder. El debilitamiento de los espacios colectivos es fundamental para sistematizar y eternizar la precarización laboral. Seguir perpetuando un modelo de relaciones laborales que evita una acción colectiva amplia es perpetuar el legado de la dictadura y su herencia anti obrera. Recuperar la historia es recuperar las herramientas para la unidad de la clase trabajadora.
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