En mayo de 1969, la oficina en Antofagasta del Instituto de Investigaciones Geológicas - IIG (hoy Sernageomin) inició un estudio del Salar de Atacama, con un área de 3.000 km2. Fue hecho a solicitud del ministro de Minería de ese entonces. Buscaba conocer la existencia de minerales útiles en el salar.
Este estudio científico identificó un acuífero bajo la superficie del salar con salmueras de composición tipo clorurado, con altas concentraciones de Sodio, Magnesio, Potasio y Litio.
En la parte central del salar, denominada núcleo (área de unos 400 km2), se descubrió una importante concentración de Litio, Potasio, Magnesio, Rubidio y Cesio, en muestras de salmueras obtenidas mediante 2 sondajes.
Con esa información inicial estimó recursos inferidos por 40.000 toneladas de litio y 400.000 toneladas de potasio por metro vertical del yacimiento, considerando que se trataba de un depósito de gran interés económico. Ese recurso inferido por metro vertical estimado en ese estudio llevado a precios promedios actuales de Li y K representa un valor in situ de más de US$ 1.000 millones. Todos los trabajados posteriores confirmaron ampliamente esa evaluación inicial con información parcial disponible. Hasta hoy el Salar de Atacama -a partir de dos operaciones- registra una producción de unas 250.000 toneladas de litio con un valor actualizado de US$ 3.000 Millones.
Reservas reportadas para este importante depósito en el año 2021 alcanzan a unas 10.400.000 toneladas, que implican un valor in situ aproximado de US$ 120.000 millones.
Con gran claridad del impacto económico que implicó este descubrimiento, es justo mencionar que los profesionales funcionarios del IIG que participaron fueron Aldo Moraga B., Guillermo Chong D., Angélica Fortt Z. y Hugo Henriquez A., todos geólogos formados en la Escuela de Geología de la Universidad de Chile. Como en cualquier trabajo de exploración geológica fueron secundados por secretarias, dibujantes, ayudantes de campo y choferes.
También apoyaron la gestión de los funcionarios del IIG Juan Montoya y Juan Verdejo, del entonces Servicio de Minas del Estado; Hugo Alonso, químico de la Universidad del Norte; y el profesor Darío Lara, de la Escuela Pública de Peine, con su profundo conocimiento de la zona y su gente, quien incluso facilitó su casa para este histórico esfuerzo.
Ahora que se promoverá el desarrollo de una nueva industria nacional de este recurso estratégico, con protagonismo de comunidades y agregando valor a la producción al proponer tener Empresa Nacional del Litio y la creación del "Instituto Tecnológico y de Investigación Publico del Litio y Salares" en Antofagasta, originando la investigación e innovación y con protagonismo del Estado en su avance y resultados, es justo reconocer ampliamente la gestión de profesionales ,funcionarios y comunidad que hace más de 50 años iniciaba su labor en el Norte de Chile.
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