La charla de "orientación" sexual que se impartió a alumnos de 9 y 10 años de quinto básico del Colegio Adolfo Beyzaga Ovanado, en Arica, y donde los estudiantes tuvieron que responder un cuestionario con preguntas que aludían a sexo explícito, no sólo dejó escandalizados a los padres y apoderados, sino que provocó indignación a nivel nacional.
Por razones obvias, no replicaré en esta columna el tipo de pregunta que se les hizo a los escolares, ya que la prensa lo ha expuesto públicamente. Lo ocurrido ha sido cuestionado transversalmente, porque el sentido común indica, sin importar si alguien es conservador o liberal, que este taller era absolutamente inapropiado para menores de esa edad, vulnerando gravemente sus derechos a recibir una educación sexual que sea acorde a su etapa de desarrollo.
El descriterio es de todo el sistema, partiendo por quienes desde el Estado intentan imponer una visión ideológica promovida por la izquierda, que considera que los escolares deben ser formados en materia de sexualidad con una mirada desprovista de todo valor emocional, donde el sexo se aborda simplemente como una práctica para obtener placer, sin considerar la dimensión humana y relacional para quienes están comenzando a descubrir la sexualidad y sus cuerpos. Pero aquí también hay responsabilidades de las autoridades de Salud, Educación, del propio colegio y de quienes diseñaron e impartieron este taller.
Actividades como ésta distorsionan el verdadero sentido que debe tener la educación sexual en los colegios, que es acompañar y formar a los estudiantes en sus distintas etapas de desarrollo personal, no sólo desde la perspectiva de la salud pública, con el fin de evitar embarazos no deseados; prevenir enfermedades relacionadas a la actividad sexual sin cuidados, e impedir que sean víctimas de abusos, sino que también desde el desarrollo emocional y sentimental de los alumnos, entendiendo que la sexualidad tiene una dimensión vinculada al placer, pero por sobre todo, un componente de responsabilidad con sus cuerpos y los vínculos que establecerán con otras personas a través de él.
Cosificar la sexualidad, cercenarla de esa esfera emocional, es reducirla meramente a una práctica fisiológica carente de vínculos, lo cual se ve agravado cuando esa visión mutilada se imparte en etapas no acordes al desarrollo cognitivo de los alumnos. En buena hora, los propios alumnos y sus familias advirtieron la gravedad de lo ocurrido, lo que debe motivar una revisión completa de cómo este gobierno está promoviendo la educación sexual en los colegios, ya que no es el primer caso que se denuncia.
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