En las últimas semanas ha habido un amplio debate sobre los efectos de la baja en las matrículas en las carreras de Pedagogía y la falta de profesores idóneos para ejercer en las aulas. Si bien es un tema clave de ponderar y abordar, poca relevancia se le ha dado a una de las causas detrás de este fenómeno, que es la soledad que sienten los profesores y educadoras de párvulos en las aulas.
Para comprender el déficit de educadores idóneos en ejercicio no se puede perder de vista una necesidad mayúscula, y aún latente en los colegios y jardines infantiles, y que no se está abordando con el énfasis que se debería. Esto es, velar porque cada uno de nuestros maestros tenga una inducción adecuada y sean acompañados por el equipo directivo y docentes con más experiencia, especialmente en sus primeros años de ejercicio. Esta es una temática que requiere ser urgentemente priorizada, pero para hacerlo, primero es indispensable que se realicen ajustes concretos a la política pública diseñada para esto, la que hoy está vigente.
Por ejemplo, es importante ampliar y flexibilizar los criterios para que los directores puedan presentar sus propios planes de inducción (según la ley 21.662, en el artículo 18H, hoy lo pueden hacer, pero únicamente si están categorías de desempeño alta o medio que haya fluctuado entre ésta y alta durante los tres años anteriores a la solicitud). También deben recibir recursos asociados y poder formar duplas de mentor-profesor dentro de sus establecimientos. No es eficiente que esta decisión sea tomada por alguien ajeno a la escuela, como ocurre actualmente, ya que no conoce su realidad. Quién más que el director sabe lo que su escuela necesita.
A su vez, es necesario sumar a las carreras de Pedagogía en la tarea de difundir este derecho mientras se están formando. Necesitamos urgentemente que exista mayor comunicación respecto a la política de acompañamiento para que los docentes que están próximos a egresar de las universidades sepan que acceder a una inducción es un derecho y es fundamental para su desarrollo y para el de los niños y niñas.
En casi 8 años, el Plan Nacional de Inducción ha abarcado solo el 1% de la población elegible de profesores nóveles (PNUD, 2024). Es decir, más que un derecho, acceder a este acompañamiento hoy es una excepción. Esto conlleva altos costos para el sistema educativo, ya que se pierden horas de clase en las que nadie aprende, los docentes novatos se sienten frustrados y los niveles de bienestar en el ejercicio de la profesión decaen.
La pregunta entonces no solo es si necesitamos más profesores, sino si estamos preparados para recibirlos. ¿Cómo pretendemos resolver la crisis de la enseñanza si dejamos que quienes educan enfrenten solos sus primeros pasos?
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