En estos días con motivo de la rendición de la que es la última PSU, ha vuelto a la discusión los cuestionamientos sobre la segregación que existe en el sistema educativo chileno y las situaciones desiguales que enfrentan los estudiantes al someterse a esta prueba, lo que es efectivo, asumiendo además que ya quedaron muchos en el camino y otros quedarán después de darla.
Ello, porque muchos no pudieron incorporarse a un pre-universitario pagado que trate de “tapar” los muchos hoyos que ha tenido su formación en educación básica y media, lo que les ha impedido tener una verdadera progresión en los estudios, y también por las muchas necesidades que el medio familiar, comunitario y escolar no siempre ha podido compensar.
¿Y cuáles son estas necesidades o carencias que el sistema educativo debe hacerse cargo y que no lo hace, en especial, en los sectores más desventajados?
Los problemas empiezan en el hogar y en la educación parvularia. Sin desear estigmatizar las dificultades que existen en las familias de escasos recursos materiales, en las cuáles hay muchos ejemplos de superación, lo cierto es que sabemos que la mayoría de ellas están encabezadas por una jefa de hogar que es la proveedora, y, por tanto, tiene que trabajar todo el día.
A sus 8 horas laborales externas, debe agregar las de desplazamiento que hacen sumar 2 más, y todo el trabajo en el hogar.
¿Cuánto tiempo le queda para tener momentos de esparcimiento con sus hijos, regalonearlos, jugar con ellos y “hablarles”? Por todo ello, es que la jornada laboral de 40 horas era importante.
Pareciera extraño, resaltar el “hablarles”, pero múltiples investigaciones en Chile y en todo el mundo muestran que aquellos niños y niñas cuyas madres les hablan de asuntos que tienen interés para ellos, tienen mayor lenguaje y les va mejor en el rendimiento escolar.
Se ha medido también que párvulos de sectores populares tienen un tercio de las palabras de niños de sectores acomodados, que tienen un medio más letrado y oportunidades de todo tipo en sus familias y/o sustitutos que les cantan, leen, los sacan a pasear y conversan con ellos.
En este contexto la educación parvularia debería compensar algunas de estas carencias y lo hace, pero en parte. Las condiciones no siempre son las mejores como lo hemos señalado muchas veces en este espacio.
La posibilidad de interacciones afectivas y cognitivas de calidad que son las instancias donde se favorecen los aprendizajes valiosos de los niños y niñas, están limitadas en los jardines infantiles - entre otros - por el inadecuado coeficiente existente de adulto-niños que se acrecienta por las licencias médicas del personal.
A ello se suma la enorme burocratización en que se ha convertido la práctica docente y también por la equívoca sobreescolarización del nivel, que lleva a favorecer aprendizajes limitados, y no los valiosos: el pensamiento, la creatividad, el trabajar con otros, el resolver problemas, entre otros, siempre acorde a su ser de niños y niñas.
Si la vida de un estudiante comienza así, ¿cómo sigue en educación básica y secundaria? Las discontinuidades en áreas como matemáticas, física o química, por ejemplo, son frecuentes.
“Mala base” dicen los padres y así continúan año tras año y llegan a dar la PSU. Pocos se preocupan de cambiar la metodología y superar estos aprendizajes, “Hay que pasar los contenidos de cada año”, dicen, los no logrados anteriores parece que no importan.
Por lo dicho y mucho más, urge no sólo una reforma del sistema educativo; ello no es suficiente, es un repensar e instalar un sistema más humano de educación donde los aprendizajes y necesidades de cada niña y niño, sean el eje del quehacer familiar y escolar, implica formar una sociedad educativa.
En este Chile de hoy que tenemos que reconstruir, la educación debería ser uno de los pilares centrales de instalar, y debiera ya empezar a trabajarse, y no sólo frente a los estallidos de diverso tipo que hemos tenido y que vamos a tener posiblemente en este sector, que no da más en su forma y fondo actual.
Hay que revisar todo: fines, principios, instituciones, agentes, normativas, coordinaciones, insumos, etc., con participación de todos los sectores con capacidad de diálogo y altura de miras.
Ojalá que aprovechemos este momento histórico para hacerlo, es la única forma de tener un Chile mejor.
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