La pandemia nos ha enrostrado sin anestesia lo importante que somos los padres en la educación y cuidado de nuestros hijos, así como también lo difícil que es para el sistema público trabajar y en concreto, entregar, educación temprana en medio de la adversidad.
Los padres tuvimos que empoderarnos rápidamente de nuestro papel de primeros educadores y la crisis sanitaria nos recordó que esta función no es delegable.
Ahora bien, sin pandemia, la situación no era tan distinta. Sin embargo, se comentaba menos y se le daba menos importancia. De hecho, en un escenario “normal” solo el 22% de los niños chilenos de 0 a 2 años asistía a una sala cuna o jardín infantil, frente al 36% que es el promedio de la OCDE, según los últimos datos disponibles a 2017.
Si luego hacemos un zoom en el nivel medio menor y medio mayor (2 a 4 años) y además nos focalizamos en los quintiles más pobres, solo el 34% de los niños asiste al jardín infantil versus el casi 70% de los dos quintiles más ricos.
Dado que la razón en un 77% de los casos es que “no los mandan, porque no lo creen necesario” el Estado algo debe hacer. No podemos como país darnos el lujo de estar entregando educación parvularia a menos de 1/3 de nuestros niños y más aún, dejando fuera a los más vulnerables.
Lo primero que debemos hacer es llegar a las familias, el hogar es la primera escuela y ahí debemos concentrarnos. Si apoyamos a la familia, la capacitamos y empoderamos, relevamos la importancia que tiene el juego, la estimulación y educación temprana en el desarrollo cognitivo de los niños, estos llegarán con otro apresto escolar a prekínder, generando una base más sólida de oportunidades. Así lo ha demostrado además la evidencia.
En este contexto y, entendiendo que muchas familias no querrán llevar a los hijos al jardín hasta que exista una vacuna, propongo ir hogar por hogar durante el 2021 llevando educación personalizada a todos los niños de Chile de dos años del 20% más vulnerable. Serían alrededor de 45.000 niños.
Con esta intervención focalizada lograríamos apoyar con herramientas concretas a los padres en su rol de primeros cuidadores y además cambiar su percepción respecto de la importancia del jardín infantil en sus niveles medios, promoviendo que en el año venidero sí envíen a sus hijos al jardín.
Además, existen zonas rurales e insulares en que los niños no tienen ninguna posibilidad de educación hasta Primero Básico, redoblaría los esfuerzos para ellos. El trabajo virtual, a través de videollamadas, ha abierto nuevas oportunidades y todos estos niños debieran ser hoy prioridad país. Se requiere de voluntad política para que vayan a ellos los recursos.
En nuestra Fundación son 1.350 niños, de 23 comunas y de seis regiones que este 2020 recibieron de forma virtual educación en sus casas, dos veces por semana, bajo una rigurosa metodología, con el compromiso de que las familias sean partícipes activas de las sesiones educativas.
Podemos decir con convicción que el futuro de Chile está en la primera infancia por lo que invitamos al Gobierno a sumar fuerzas para que el 70% de los niños que no está en el sistema educativo entre los 0 y 3 años tenga otras oportunidades y no nos sigamos lamentando de la profunda “condena de cuna” que atraviesa Chile. Es hora de actuar.
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